lunes, 11 de diciembre de 2017

LA GUERRA CON COLOMBIA

Autor: Víctor Andrés García Belaunde
                         Ha aparecido, editado en Santa Fe de Bogotá, Colombia, el libro La Guerra con Colombia, del periodista Alberto Donadio, obra polémica, acaso apasionada, contiene sin embargo una valiosa información sobre el conflicto de 1933, entre Colombia y nuestro país, que afortunadamente para ambos, fue relativamente breve.
                           Pero ¿Por qué la guerra? Leguía gobernó el Perú dictatorialmente durante 11 años, sin aparición parlamentaria y sin libertad de prensa, todo fue posible durante su régimen, al fin y al cabo él fue para áulicos y otros seguidores de igual o parecido pelaje, desde "Salvador de la Patria" hasta "Prócer de la República", sin dejar de ser "Gigante del Pacífico" y "Lincoln del Perú", entre otras monsergas que le dijeron públicamente y él fácilmente se las creyó.
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                           Fue fácil así que Leguía impusiera a su canciller y al país, el 24 de mayo de 1922, el Tratado de Límites conocido como "Salomón - Lozano", lesivo para los intereses del Perú, en el que se perdió nada menos que 113 000 kilómetros cuadrados, equivalente a Bélgica, Holanda, Suecia, Suiza, Dinamarca y Noruega juntas, a los que se agregaron otros 7 272 Km2 del Trapecio Amazónico, que incluía la promisoria ciudad de Leticia, con 16 000 habitantes, todos peruanos.Imagen relacionada
                             Se dice que Leguía tenía un total desconocimiento y hasta desprecio por la selva, eso lo llevó a no calcular que corriendo los límites del Perú de la ribera del Caquetá al Putumayo se perdía esa inmensidad de terreno. Recordemos que el combate de La Pedrera en 1912 con Colombia y en la que intervino triunfante le Mariscal Benavides, fue en una localidad más adentro del Caquetá, después de sobrepasar largamente ambas riberas del Putumayo. De hecho el Perú en esa época presencia y derechos en esas tierras que Leguía cedió alegremente e irresponsablemente.Imagen relacionada
                              La discusión  de los límites entre nuestros países era en principio sobre las riberas del Caquetá, pero Leguía generosamente corrió la frontera al Putumayo, generosidad inútil, pues ni siquiera Colombia lo reconoce o agradece.
                              Mantenido en secreto, por muchos años, el nefasto Tratado "Salomón - Lozano" que Leguía ordenó firmar a su cernícolo canciller, sería aprobado por un áulico congreso el 20 de diciembre de 1927. Recuerda Alberto Donadio que las damas loretanas le imploraron a Leguía "en nombre de su amor materno" a que no suscribiera el tratado para evitar la mutilación de Loreto. Son intereses lugareños, contestó el dictador y siguió con su entrega de entrega del territorio nacional.
                              ¿Hubo pago de dinero por la firma del convenio? El presidente Sánchez Cerro alegó, nos debe repudio pues el "Tratado costó siete millones de pesos", naturalmente Fabio Lozano Tenjis, el ministro plenipotenciario de Colombia, negó la inexistencia de la compra-venta.
                               Esta escandalosa cesión territorial, por la que a cambio el Perú recibió sólo el triángulo de Sucumbios (del que se desprendió por el Protocolo de Río de 1942 para cederlo a Ecuador y que hoy es la generadora de su riqueza petrolera) dio origen a la toma de Leticia el 1ro de setiembre de 1932 por un grupo de patriotas loretanos, gobernaba Luis M. Sánchez Cerro (quien había derrotado en 1930 al dictador Leguía) a quien le causó sorpresa tal acción, tanto que -según su biógrafo Pedro Ugarteche- le consideró un acto elaborado por los apro-comunistas con el propósito de crearles problemas a su gobierno.
                           Lo interesante de la obra que publica Donabio son los datos referidos al estado de las fuerzas armadas colombianas en ese momento. Colombia no quería a la guerra porque estaba desarmada, las unidades navales peruanas le hacían temer un ataque a Cartagena y Puerto Colombia, o un bloqueo a sus puertos, ¿Qué hizo entonces? Reclutó mercenarios y con ellos organizó una flota y un cuerpo aéreo con ex-oficiales navales y pilotos alemanes. Pero sin embargo Colombia insistió en el respeto del Tratado "Salomón-Lozano" que evidentemente lo favorecía.
                            En Lima, mientras tanto, se recurría a muchachos movilizables, pero el viaje entre esta ciudad e Iquitos recuerda gozosamente Donabio era como ir de "Bélgica al Congo"
                            El conflicto tuvo sus raíces en el tratado "Salomón-Lozano" del que en 1925 Víctor Andrés Belaunde dijo: "No cabe en el orden diplomático y en el territorio una catástrofe mayor para los intereses del Perú, un tratado semejante entraña tales peligros para la región de Loreto y tales abdicaciones de nuestra parte que sólo después de una guerra en que hubiéramos sido total y definitivamente vencidos, sería imaginable".
                           La guerra finalmente se redujo a escaramuzas y Colombia perdió más gente por las inclemencias del clima tropical que por actos de guerra. Sánchez Cerro fue asesinado y Benavides, vencedor de La Pedrera y elegido por el Congreso como Presidente, evitó la guerra auspiciando las conferencias de Río que condujeron a un nuevo tratado peruano-colombiano que finalmente aceptó la mutilación de Loreto y la entrega definitiva de la ciudad de Leticia en aras de respetar un tratado internacional de 1922, cuyas consecuencias fueron nefastas para la República.
                           La historia se repite, hoy tenemos otro conflicto por la rebeldía de Ecuador a no aceptar un tratado internacional y los personajes y situaciones parecen repetirse peligrosamente. Presidente áulico y servil, Fuerza Armada peligrosamente subordinada, muchos medios de comunicación poco independientes, empresarios aupados al carro presidencial y financistas convertidos en alabarderos del nuevo régimen. 
      
Diario: EL COMERCIO
Fecha: Lima, martes 21 de enero de 1997