jueves, 28 de abril de 2016

SAN JUAN DE LURIGANCHO













Autor: Juan Luis Orrego Penagos (Historiador – PUCP)
                               San Juan de Lurigancho es uno de los 43 distritos de la provincia de Lima. Su nombre proviene del vocablo quechua ruricanchu que significaría los Kanchu del interior; otros opinan que significaba "lugar de árboles frondosos". Su origen se remonta al pueblo de ruricancho, que ocupó los territorios de la confluencia de los ríos Rímac y Santa Eulalia durante el Intermedio Tardío. El 24 de junio de 1571, se fundó el pueblo "San Juan Bautista de Lurigancho", en el que se origina el actual distrito. Hoy, con más de un millón de habitantes, es el distrito más poblado del Perú y de América del Sur.
                                   La Lima de hoy, no hay duda, es impensable sin las migraciones que se iniciaron en la década de 1950. En efecto, nuestra ciudad cambió radicalmente debido a las miles de familias que dejaron sus tierras y sus provincias para venir a la capital en busca de mejores horizontes económicos y culturales. Sin embargo, esa migración interna, tan estudiada por historiadores, sociólogos y antropólogos, si bien fue las más importante en la historia del Perú, no fue la primera. Algunos arqueólogos, por ejemplo, sostienen que la desintegración del imperio Wari originó una gran movilización demográfica que afectó también el valle de Lima.
                                    Durante el periodo conocido como el Intermedio Tardío, entre los siglos XII y XV de nuestra era, el territorio que hoy abarca la costa central fue poblado por una serie de señoríos y curacazgos que, en su mayoría, tienen origen en este éxodo masivo que provocó la caída de los wari. Tal seria el caso de los ruricancho, un grupo étnico de la sierra sur, de probable origen aymara o altiplánico, que se asentó en la actual zona Este de Lima, donde hoy se asientan los distritos de Chosica y, sobre todo, San Juan de Lurigancho.
LOS RURICANCHO, UNOS PIONEROS: Varios pueblos de la sierra que estuvieron bajo el sometimiento de los wari terminaron migrando, como lo sostiene María Rostworowski, hacia las cabeceras de los ríos Lurín y Rímac en búsqueda de nuevas tierras de cultivo, entre ellos, los ruricancho que, al parecer, eran varios grupos de familias liderados por sus curacas. Según el historiador Juan Fernández Valle (Los ruricacho: orígenes prehispánicos de San Juan de Lurigancho. Lima: Congreso de la República, 2007), eran un grupo homogéneo de familias que, a diferencia de otros pueblos de la costa y de otros que llegaron en la misma época, no adoraba al dios Pachacamac sino a Pariacaca (“montaña roja”), un adoratorio de difícil acceso en las alturas de la provincia de Yauyos . Según documentos coloniales, hasta esa zona de la sierra de Lima acudían los ruricacho a dejar sus ofrendas a su divinidad, camino que sería después conocido como la “ruta de la nieve”.
                         Los ruricancho construirían diversos centros urbanos, especialmente en Mangomarca y Campoy. Al parecer, la ciudadela de Mangomarca tenía grandes paredes de adobe; allí vivían los curacas y la élite religiosa del grupo. De aquel asentamiento queda hoy (en la avenida El Santuario) una pirámide trunca escalonada, con su rampa curva. El máximo apogeo de esta ciudadela ocurrió entre los años 1460 y 1535, durante los tiempos del dominio incaico.
LOS AÑOS VIRREINALES: Según el estudio de Fernández Valle, el nombre "ruricancho" devino, tempranamente, en "Lurigancho" por una mala transcripción del vocablo en los documentos administrativos. Por ello, ya en 1535, Pizarro fundó en esta zona la encomienda de Lurigancho, entregada a Hernán Sánchez, pasando, un año después, junto con su curaca Vilcara, al capitán Francisco de Chávez. Sin embargo, la encomienda fracasó rápidamente debido a los litigios entre sus propietarios: la viuda de Chávez, María de Escobar, fue desheredada a favor del arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, y se produjo un pleito judicial que terminó allá por 1571, durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo, cuando las autoridades coloniales decidieron fundar la reducción o pueblo de indios San Juan Bautista de Lurigancho.
                                     De esta manera, los indios fueron agrupados en pequeños pueblos con plaza, iglesia, casas en orden de importancia y tierras de cultivo en las afueras. En 1619, un documento, citado por Fernández Valle, describe así el pueblo: "Tiene 120 indios de confesión hombres y mujeres. Tiene 7 chacras circulares y en ellas 130 neros, algunos casados. Abra en dichas chacras hasta 12 españoles dueños y mayordomos dellas". Sin embargo, ya a finales del siglo XVII, la población india es superada por la de origen africano y los antiguos ruricancho, como cultura, desaparecen.
                                   También se sabe que los pocos indios que quedaron vendieron sus tierras a los funcionarios coloniales y órdenes religiosas que las convirtieron en haciendas. En suma, la ruptura histórica que significó la conquista del siglo XVI fue drástica para el valle. La población india casi desapareció y no se sabe mucho de la comunidad campesina de Lurigancho, Huachipa y Ñaña; sin embargo, se tiene la impresión de un proceso de marginalización de los descendientes de los antiguos ruricancho.

LOS CONDES DE LURIGANCHO: El rey Carlos II confirió, el 18 de abril de 1695, el Condado de San Juan de Lurigancho al general Luis de Santa Cruz y Padilla “en retribución de servicios a la Corona”; también recibió a perpetuidad el oficio de tesorero y Blanqueador de la Real Casa de Moneda de Lima. El nombre del título se explica porque la familia del capitán santa Cruz tenía tierras y casa solariega con huertas en el pueblo de San Juan de Lurigancho desde inicios del siglo XVII. Luego, el primer Conde de Lurigancho fundó el mayorazgo de su linaje sobre la base del título que pasó luego a la familia Aliaga cuando, el 15 de diciembre de 1779, hubo el matrimonio de Mercedes de Santa Cruz y Sebastián de Aliaga quien por su lado, tenía el mayorazgo de la Casa de Aliaga, fundada por el conquistador Jerónimo de Aliaga. El último Conde de San Juan de Lurigancho fue Juan de Aliaga y Santa Cruz (1780-1824), quien estampó su firma en el Acta de Independencia y recibió la Orden del Sol en manos del libertador San Martín.
LOS AÑOS REPUBLICANOS Y LA CREACION DEL DISTRITO: Durante el siglo XIX, a pesar de los trastornos de la Independencia, el caudillismo o la guerra con Chile, Lurigancho se destacó por ser una zona bella, tranquila y agrícola. Sus haciendas producían camote, maíz, alfalfa, uva, sandia y algodón; la actividad ganadera, por su lado, aprovechaba la vegetación existente en los cerros y del rastrojo de los chacras. El 21 de enero de 1825, Bolívar creó el distrito de Lurigancho y el Congreso, el 21 de Enero de 1857, ratifica el distrito, con su capital en el mismo pueblo de Lurigancho. Según el censo de 1876, su población era de 1248 personas, en su mayoría dedicada a labores agrícolas. Luego, el de octubre de 1894 se fundó la ciudad de Chosica y, por ley del de 9 de Noviembre de 1896, lo convierte en capital del nuevo distrito de Lurigancho-Chosica. Esto significó un verdadero problema para los habitantes de Lurigancho, quienes debían viajar hasta Chosica para realizar sus trámites documentarios. Por ello, con los años, fue creciendo la presión, por parte de pobladores y hacendados de la zona por retomar los antiguos límites distritales y establecer la autonomía política.
De otro lado, entre 1920 y 1940, se produjo un proceso de concentración de la propiedad en la que 9 propietarios se repartían el territorio y la renta agropecuaria. Los fundos y sus respectivos propietarios eran:
Zárate (Solari, Bertello, Aspíllaga)
Las Flores (Nicolini, Fundo Las Flores)
Azcarrunz (Carlos Palacios Moreyra)
Campoy (Hermanos Rébora)
Santa Clarita (J. Amico y E. Lanatta)
Santa Egle (Ítalo Costa)
La Basilia (Nicolini y Fundo Las Flores)
Palomares (Teresa Acuña)
Chacarilla de Otero (Cristante Elías)
Fuente: Julio Calderón, Expansión urbana y mercado inmobiliario en Lima: el caso del distrito de San Juan de Lurigancho. Lima, 1984
Luego de varios trámites, el 13 de enero de 1967, durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde, se crea el Distrito de San Juan De Lurigancho. A parte de las haciendas, en esa fecha existían ya 4 barriadas (Tres Compuertas, Santa Rosita, Caja de Agua y Canto Chico) y 4 urbanizaciones (Zárate, Chacarilla de Otero, Canto Grande y Caja de Agua). Poco después, debido a la Reforma Agraria dictada por el gobierno de Juan Velasco, muchas propiedades son vendidas para la creación de urbanizaciones y cooperativas de vivienda. A partir de los años 80, el distrito crece debido a la invasión de tierras, dando lugar a numerosos asentamientos humanos y pueblos jóvenes.
EL CRECIMIENTO DEL DISTRITO: Según los estudios de Jacques Poloni (San Juan de Lurigancho: su historia y su gente. Un distrito popular de Lima. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1987), a partir de lo años sesenta, la historia de San Juan de Lurigancho cambió para siempre cuando empezó su urbanización. Los propietarios agrícolas, con el Banco Comercial del Perú, formaron cuatro compañías inmobiliarias y las antiguas haciendas fueron divididas en cuatro etapas, reservando una zona industrial más otra etapa para la urbanización de mangomarca. En Zárate, por ejemplo, se vendieron lotes urbanizados con redes de servicios básicos, pistas y veredas; en Mangomarca se vendieron viviendas terminadas. Esto marcó el fin de la actividad agrícola. Se urbanizaron también zonas alejadas como Canto Grande donde otro grupo inmobiliario realizó las urbanizaciones de San Rafael, Canto Bello, Canto Sol y Canto Nuevo. Paralelamente, se hizo campaña publicitaria para presentar canto Grande como Ciudad Satélite de Lima. El estado, por su lado, expropió el fundo Chacarilla de otero y construyó una urbanización popular para reubicar a los pobladores de la barriada de Cantagallo y abrir la Vía de Evitamiento. De esta forma, el estado contribuyó a hacer de San Juan de Lurigancho un lugar para los sectores populares; así nacieron las urbanizaciones de Caja de Agua (1965) y Chacarilla de Otero (1967).
Paralelamente a este crecimiento “formal”, fueron apareciendo las barriadas en las faldas de los cerros: La Providencia (1966), José María Arguedas (1967), Chacarilla de Otero (1968), Sagrado Madero (1969), 15 de Enero (1970), Nuevo Perú (1970) y San Hilarión (1971). Estos primeros “invasores” respetaron las áreas agrícolas para no ser desalojados. En 1972, el distrito ya tenía casi 100 mil habitantes. Sin embargo, a partir de la década de 1979, la tugurización de muchas zonas de Lima, el agotamiento de terrenos en las zonas tradicionales y, sobre todo, la falta de una política estatal que solucione el tema de la vivienda popular hizo que muchos migrantes y gente de escasos recursos ya capturara todo tipo de terreno, creándose varios “pueblos jóvenes” (término que sustituyó al de “barriada”). Uno de los más célebres fue el que se formó, en 1976, cuando cientos de familias invadieron los terrenos aledaños al Puente Huáscar, dando origen a Huáscar de Canto Grande. Aledaños a éste, aparecieron Bayóvar, Arriba Perú, 10 de Febrero, Villa Hermosa, y 9 de Octubre, entre otros.
                                  Hasta la década de 1980, como concluye Poloni, “cuatro fuerzas actuaron en el crecimiento de San Juan de Lurigancho: la iniciativa privada, el Estado, los grupos de invasores y las asociaciones de pobladores. El doblamiento y sus características no son sino la resultante de intereses contradictorios: los de las familias de estratos bajos que carecen de una casa y que están dispuestas a aceptar cualquier tipo de vivienda o de lote; los de los propietarios-urbanizadores que se apropiaron de altas rentas en función de esa demanda, siendo su única finalidad el lucro máximo; los del estado que vacila entre una política de vivienda popular (aun con todos sus defectos) y una política que relega a los pobres lo más lejos posible. El problema es que la resultante de estas tres tendencias es la insatisfacción del derecho a la vivienda y la explotación de esa reivindicación”.
                                      Habría que añadir, finalmente, que durante la gran ola migratoria 1979-1992, en la que se inscribió la violencia terrorista, San Juan de Lurigancho fue el distrito que más población migrante recibió. Por ello, en la actualidad, el distrito cuenta con más de cinco generaciones asentadas en su jurisdicción. La mayoría de inmigrantes de los departamentos de Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, Junín, Arequipa y Lambayeque.
LA HUACA MANGOMARCA: San Juan de Lurigancho es quizá el único distrito que puede darse el lujo de decir que cuatro huacas importantes descansan en su jurisdicción. Hoy, una de ellas, conocida como Mangomarca, se apresta a develar sus secretos. Su recuperación se ha convertido en un reto para los vecinos y las autoridades municipales, no sólo porque ha perdido el 70% de su estructura original sino porque, según el “Instituto Ruricancho”, podría ser la capital de las culturas Lima e Ichma.
                                       Llegar a esta huaca no es difícil. Se encuentra a la altura de la cuadra 20 de la avenida Santuario, ingresando por la avenida Gran Chimú; también se puede entrar por Campoy, desde el paradero conocido como “Panorama”. Ya a la espalada de del Complejo habitacional Fortaleza de Campoy, nos encontramos con la huaca. Se trata de un asentamiento de la elite local y uno de los mejor conservados en la margen del río. Está cerca de otros complejos interesantes, como Fortaleza de Campoy y Cerro Lurigancho (500 a.C.), además de estar rodeada por el hermoso ecosistema de las lomas, lo que invita a hacer caminatas.
                                      El nombre de este complejo viene de manku marka, que significa “pueblo del señor”. Según las últimas investigaciones fue uno de los centros políticos más importantes de la zona, capital del curacazgo de Lurigancho y lugar de residencia de la elite que dominaba este territorio. Su desarrollo comenzó en el intermedio temprano y se prolongó hasta la década de 1470, cuando llegaron los incas. Enclavada en un área de 47 mil kilómetros cuadrados, a 220 metros sobre el nivel del mar, tiene una pirámide elevada, única en su tipo ya que el ascenso se lograba mediante una escalera curva, levantada sobre un mamelón rocoso. Como las demás huacas de la costa, su técnica arquitectónica se basó en una mezcla de barro con pequeñas piedras, los clásicos tapiales. Destacan sus grandes muros de contención como su sistema de recintos y pasadizos. También hay dos cementerios con tumbas formadas por cámaras rectangulares y revestidas interiormente con piedras rústicas asentadas con barro. Finalmente, si bien su existencia se remonta al Intermedio Temprano, recién alrededor del año 900 d.C. es que se convierte en la capital del curacazgo Lurigancho. Según el arqueólogo Julio Abanto, director del Instituto Cultural Ruricancho, “Mangomarca es un espacio emblemático para nosotros y desde este lugar esperamos que la gente mire de otra manera a nuestro distrito. Reconocer el enorme valor de nuestra herencia es asegurar que estos duren en el tiempo y permitan generar oportunidades para su población”.
GEOGLIFOS Y PETROGLIFOS DE CANTO GRANDE: Son figuras trazadas sobre la tierra y las rocas que los antiguos habitantes de la zona realizaron para representar sus rituales o cosmovisión. Son dos mil años más antiguos que los de Nazca en Ica, y serían los más antiguos de la costa peruana.
LOMAS DE MANGOMARCA: Sabemos que, desde los tiempos prehispánicos, los pobladores de los valles de Chillón, Rímac y Lurín tuvieron acceso a la flora y fauna que vive temporalmente en las estribaciones andinas costeñas, cuando llega la estación invernal, de junio a septiembre. Eran prominentes las lomas de Amancaes, Mangomarca y Atocongo. De estos lugares, se recolectaban algunos vegetales; se cazaban cérvidos, pequeños animales y aves; y se recogían caracoles terrestres. Incluso, todavía en los años del Virreinato, como lo comenta María Rostworowski, la aristocracia limeña se dedicaba a la caza de venados y perdices en las lomas de Amancaes. Hoy, salvo la de Mangomarca, las lomas de Lima han desaparecido o se encuentran en vías de desaparición. Sin embargo, en las últimas décadas, esta bella zona fue víctima de constantes invasiones por parte de traficantes de tierras, poniendo en franco peligro su existencia. Afortunadamente, desde 2008, están cambiando de rostro gracias a un proyecto que consiste en la reforestación, con participación vecinal, de sus cerros para convertir el lugar, a futuro, en un área natural que sirva de oxígeno al distrito y a toda la ciudad de Lima. A nivel técnico, tiene la típica vegetación de la costa que existe entre invierno y primavera como consecuencia de la humedad y las neblinas; las lomas se pueden ubicar en Mangomarca, Las Flores y Los Sauces.
BODEGA Y VIÑEDOS "CANDELA": La historia de esta bodega se remonta a la década de 1940, en el valle de Cañete, donde don Juan Candela Vicente empezó a cultivar uva, en Imperial, y producir vino. Luego, a finales de los años 80, la familia Candela Flores llega al distrito de San Juan de Lurigancho y establece Bodegas y Viñedos Candela SAC, creada formalmente en 1999. Todos los años, el primer domingo de marzo, organiza la vendimia o “pisa de uva”, con un almuerzo acompañado con platos cañetanos. En suma, dedicada a la producción artesanal de vinos y destilados de uva de gran calidad, es la bodega más importante del distrito (Pasaje Piedras del Sol 1549, urbanización Inca Manco Capac, San Juan de Lurigancho. Teléfono: 458-1837; email: info@vinoscandela.com).
UN TESTIMONIO DE LA HISTORIA RECIENTE DE SAN JUAN DE LURIGANCHO: El profesor Mario Ceroni Galloso, químico de profesión, nos cuenta algunos detalles de los cambios del distrito en las últimas décadas: Por los 60 no existían asentamientos humanos en Huáscar, Bayovar, Jicamarca, Las Flores, Canto Rey, San Carlos, Micaela Bastidas, San Hilarión, 15 de Enero o Santa Elizabeth. Eran territorios dedicados bien a la agricultura o eran descampados. Recuerdo haber recorrido en bicicleta Canto Rey, Bayobar, Jicamarca y otros lugares. Si existía Canto Chico. Los primeros que llegaron a Canto Grande ocuparon la franja entre la Av. El Bosque y la Av. El Sol, llamados primera etapa, segunda y así hasta la quinta. El penal de Canto Grande era conocido. Por el 70 también había gente en Canto Bello, Machu Picchu, San Rafael y la Zona Urbana. Antes eran terrenos y eran ocupados por muy gente. Durante los 60 y 70, sólo existía una línea de micros cuyo paradero final estaba en Acho. La famosa 12. Estos micros, de color guinda con líneas blancas, que eran mezcla entre combi y custer, no tenían cobrador y seguían la única carretera de entrada a Canto Grande. De Acho iban a Zarate hasta el Colegio Fe y Alegría (cerca del Consejo) donde doblaba a la izquierda, luego subía unas cuadras y se llegaba a la Av. Canto Grande que bordeaba los cerros, pasaba por Canto Chico, el establo y llegaba a la Comisaría de Canto Grande que quedaba antes en el cruce de la Av. Canto Grande y la Av. El Sol. En ese tiempo rara vez pasaba un vehículo. Como dije antes, la línea 12, ahora creo ya desaparecida, era nuestro único modo de salida. De la Av. El Sol para Lima había una hacienda y justo en la primera de Wiese y El Sol estaba El Zapatón. Era un quiosco que vendía galletas, pero más bebidas gaseosas y alcohólicas. Recuerdo que en la hacienda vendían leche fresca de vaca, muy buena y nosotros éramos asiduos compradores. Las primeras tiendas que se formaron fueron las del Sr. Agreda y otra del Sr. Massoni. Años después la familia Cárdenas puso otra tienda. No había mercado, panadería, colegios, etc. Si habían algunas tiendas que abrían los domingos como la de la familia Cuscano (mayorista de la Parada) que vendía verduras a sus vecinos. Por los 70 poco a poco aparecieron las panaderías, farmacias, mercados y más asentamiento humanos.
En esa época había que traer agua potable de Lima, ya que el agua de pozo era muy salobre. Canto Grande era considerado una zona semiagrícola…. La gente de Canto Grande tiene un denominador común. Casi todos (me refiero a los primeros habitantes) son inmigrantes de provincia, principalmente de la sierra, que compraban tierras en lugares donde podían cultivar sus plantitas y criar carneros, vacas, chanchos, etc. Me acuerdo que teníamos unas horas de regadío, mis padres casi siempre me encargaban cuidar el agua, ya que algunos vecinos se robaban el agua, colocaban unas piedras, quitaban compuertas y cosas así. Me volví experto en ello. Con el tiempo el pozo de agua se secó y la primera y otras etapas de Canto Grande nunca fueron las mismas. Estos inmigrantes con su trabajo y esfuerzo han hecho crecer a SJL. Sus descendientes, muchos de ellos profesionales, se han establecido en Canto Grande, otros han emigrado a distritos limeños o al extranjero. Uno de los primeros colegios de primaria fue El Bosque (donde estudié transición). Se me viene a la memoria que en el recreo comprabamos cachanga, que los vendedores los entregaban debajo de la puerta principal del colegio. Había un colegio para personas mayores llamado Canto Grande, estaba donde ahora es la clínica San Gabriel en la Zona Urbana. Como no habían colegios de secundaria apareció el famoso Nicolás Copérnico con apoyo de la embajada de Polonia.




martes, 19 de abril de 2016

NICOLÁS DE RIBERA: PRIMER ALCALDE DE LIMA.
















Autor: Juan Luis Orrego Penagos
                      Introducción
                               La vida aventurera de Nicolás de Ribera, el Viejo comienza con Francisco Pizarro, pues fue uno de los famosos de los trece de la isla del Gallo.


En sus casi tres siglos de dominio hispano, Lima o la Ciudad de los Reyes tuvo doscientos ochenta y siete alcaldes, que gobernaban durante un año con un suplente, a semejanza del cabildo de Sevilla. De esa larga lista, el único que sobrevive en la memoria de algunos limeños es Nicolás de Ribera, apodado El Viejo, primer alcalde en 1535, año de la fundación española. Repitió la gestión en cuatro oportunidades más: 1544, 1546, 1549 y 1554.
UN DAMERO
Su historia no queda allí. Sabemos que junto a Diego de Agüero, y bajo las indicaciones topográficas de Juan Tello, Ribera fue uno de los “trazadores” de la nueva urbe. A ellos se debió que Los Reyes fuera diseñada en forma de una cuadrícula o damero, como los campamentos romanos. Debió ser complicado adaptar las 117 manzanas que proyectaron por la prexistencia de adoratorios, caminos y canales prehispánicos. Decidieron arrimar la plaza cerca del río, no al centro del damero, y solo 62 manzanas fueron cuadradas.
Asimismo, parece que Ribera fue determinante para elegir el primer nombre de la ciudad, pues escribió en un documento que cita José A. del Busto: “se intituló la ciudad de los rreyes porque fue el día de los rreyes quando salieron a ello”. La original nomenclatura, pues, se debió a la decisión de erigirla el 6 de enero, festividad de Reyes.     
El siguiente aporte de Ribera a la ciudad es más complejo, pues fue su autoridad o vecino por casi treinta años, hasta su muerte en 1563. Tuvo que afrontar las amenazas de las huestes de Manco Inca así como los pleitos entre pizarristas y almagristas. Recibió al primer virrey, Blasco Núñez de Vela, pero no aceptó su autoridad y se opuso a la abolición de las encomiendas, pues había recibido una repartición de indios en Pisco.
ASPECTO RURAL
La Lima de don Nicolás debió tener un aspecto hosco, con la picota enclavada en la Plaza de Armas con las cabezas decapitadas de los caudillos rebeldes. Una ciudad todavía rural, con senderos arbolados que daban ingreso al damero, con huertas y jardines floridos, ruidosas acequias y casas bajas, de adobe, sobre las que asomaban las bóvedas de los templos, como la primitiva catedral, con sus sencillos campanarios.
EL PRIMER VECINO
Nuestro personaje nació en 1492 en la villa de Olvera (Cádiz). Cuando pasó a Indias se asentó en Panamá. Allí conoció a Pizarro y a Almagro, y pronto se enroló en la empresa del descubrimiento del Perú. Estuvo en el primer viaje como tesorero del rey y en el segundo formó parte de los trece de la isla del Gallo que se negaron a abandonar a Pizarro.
A su fama de lealtad con la “hueste perulera”, se añadió la de conciliador, especialmente en las disputas entre Pizarro y Almagro. No estuvo en la captura de Atahualpa, pero llegó con Almagro a Cajamarca en 1533. De gobernador de Jauja bajó a la costa y fundó un pueblo de españoles en Pachacamac y otro en Sangallán, cerca de Pisco, llamado “Lima la Vieja”. Presenció la ceremonia de fundación de la Ciudad de los Reyes, aquella mañana calurosa del 18 de enero, y fue escogido su primer burgomaestre.
El solar que le correspondió se ubicó al costado de la plazuela de Santo Domingo. La fachada de su casona daba a la calle de la Veracruz, hoy segunda cuadra del jirón Conde de Superunda, frente al convento de los frailes dominicos. Luego vivieron allí sus descendientes, los condes de Santa Ana de las Torres, quienes encargaron labrar la portada de piedra y tallar los balcones de cajón, que todavía existen, aunque muy remozados. A su muerte se le sepultó en la primera Catedral, en una capilla adquirida por él y su esposa, Elvira Dávalos y Solier. Cuando se hizo la nueva catedral, sus restos fueron trasladados a la Capilla de Santa Ana, en la nave de la Epístola. Antes de morir fundó, el 13 de mayo de 1556, el Hospital de Naturales de Ica.
El Comercio
08 de octubre del 2014