SAN JUAN DE LURIGANCHO
San Juan de Lurigancho es uno de los 43 distritos de la provincia de Lima. Su nombre proviene del vocablo quechua ruricanchu que significaría los Kanchu del interior; otros opinan que significaba "lugar de árboles frondosos". Su origen se remonta al pueblo de ruricancho, que ocupó los territorios de la confluencia de los ríos Rímac y Santa Eulalia durante el Intermedio Tardío. El 24 de junio de 1571, se fundó el pueblo "San Juan Bautista de Lurigancho", en el que se origina el actual distrito. Hoy, con más de un millón de habitantes, es el distrito más poblado del Perú y de América del Sur.
La Lima de hoy, no hay duda, es impensable sin las migraciones que se iniciaron en la década de 1950. En efecto, nuestra ciudad cambió radicalmente debido a las miles de familias que dejaron sus tierras y sus provincias para venir a la capital en busca de mejores horizontes económicos y culturales. Sin embargo, esa migración interna, tan estudiada por historiadores, sociólogos y antropólogos, si bien fue las más importante en la historia del Perú, no fue la primera. Algunos arqueólogos, por ejemplo, sostienen que la desintegración del imperio Wari originó una gran movilización demográfica que afectó también el valle de Lima.
Durante
el periodo conocido como el Intermedio Tardío, entre los siglos XII y XV de
nuestra era, el territorio que hoy abarca la costa central fue poblado por una
serie de señoríos y curacazgos que, en su mayoría, tienen origen en este éxodo
masivo que provocó la caída de los wari. Tal seria el caso de los ruricancho, un grupo
étnico de la sierra sur, de probable origen aymara o altiplánico, que se asentó
en la actual zona Este de Lima, donde hoy se asientan los distritos de Chosica
y, sobre todo, San Juan de Lurigancho.
LOS RURICANCHO, UNOS PIONEROS: Varios
pueblos de la sierra que estuvieron bajo el sometimiento de los wari terminaron
migrando, como lo sostiene María Rostworowski, hacia las cabeceras de los ríos
Lurín y Rímac en búsqueda de nuevas tierras de cultivo, entre ellos, los
ruricancho que, al parecer, eran varios grupos de familias liderados por sus
curacas. Según el historiador Juan Fernández Valle (Los
ruricacho: orígenes prehispánicos de San Juan de Lurigancho. Lima:
Congreso de la República, 2007), eran un grupo homogéneo de familias que, a
diferencia de otros pueblos de la costa y de otros que llegaron en la misma
época, no adoraba al dios Pachacamac sino a Pariacaca (“montaña
roja”), un adoratorio de difícil acceso en las alturas de la provincia de
Yauyos . Según documentos coloniales, hasta esa zona de la sierra de Lima
acudían los ruricacho a dejar sus
ofrendas a su divinidad, camino que sería después conocido como la “ruta de la
nieve”.
Los ruricancho construirían diversos centros urbanos, especialmente en Mangomarca y Campoy. Al parecer, la ciudadela de Mangomarca tenía grandes paredes de adobe; allí vivían los curacas y la élite religiosa del grupo. De aquel asentamiento queda hoy (en la avenida El Santuario) una pirámide trunca escalonada, con su rampa curva. El máximo apogeo de esta ciudadela ocurrió entre los años 1460 y 1535, durante los tiempos del dominio incaico.
LOS AÑOS VIRREINALES: Según el estudio de Fernández Valle, el nombre "ruricancho" devino, tempranamente, en "Lurigancho" por una mala transcripción del vocablo en los documentos administrativos. Por ello, ya en 1535, Pizarro fundó en esta zona la encomienda de Lurigancho, entregada a Hernán Sánchez, pasando, un año después, junto con su curaca Vilcara, al capitán Francisco de Chávez. Sin embargo, la encomienda fracasó rápidamente debido a los litigios entre sus propietarios: la viuda de Chávez, María de Escobar, fue desheredada a favor del arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, y se produjo un pleito judicial que terminó allá por 1571, durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo, cuando las autoridades coloniales decidieron fundar la reducción o pueblo de indios San Juan Bautista de Lurigancho.
De esta manera, los indios fueron agrupados en pequeños pueblos con plaza, iglesia, casas en orden de importancia y tierras de cultivo en las afueras. En 1619, un documento, citado por Fernández Valle, describe así el pueblo: "Tiene 120 indios de confesión hombres y mujeres. Tiene 7 chacras circulares y en ellas 130 neros, algunos casados. Abra en dichas chacras hasta 12 españoles dueños y mayordomos dellas". Sin embargo, ya a finales del siglo XVII, la población india es superada por la de origen africano y los antiguos ruricancho, como cultura, desaparecen.
También se sabe que los pocos indios que quedaron vendieron sus tierras a los funcionarios coloniales y órdenes religiosas que las convirtieron en haciendas. En suma, la ruptura histórica que significó la conquista del siglo XVI fue drástica para el valle. La población india casi desapareció y no se sabe mucho de la comunidad campesina de Lurigancho, Huachipa y Ñaña; sin embargo, se tiene la impresión de un proceso de marginalización de los descendientes de los antiguos ruricancho.
Los ruricancho construirían diversos centros urbanos, especialmente en Mangomarca y Campoy. Al parecer, la ciudadela de Mangomarca tenía grandes paredes de adobe; allí vivían los curacas y la élite religiosa del grupo. De aquel asentamiento queda hoy (en la avenida El Santuario) una pirámide trunca escalonada, con su rampa curva. El máximo apogeo de esta ciudadela ocurrió entre los años 1460 y 1535, durante los tiempos del dominio incaico.
LOS AÑOS VIRREINALES: Según el estudio de Fernández Valle, el nombre "ruricancho" devino, tempranamente, en "Lurigancho" por una mala transcripción del vocablo en los documentos administrativos. Por ello, ya en 1535, Pizarro fundó en esta zona la encomienda de Lurigancho, entregada a Hernán Sánchez, pasando, un año después, junto con su curaca Vilcara, al capitán Francisco de Chávez. Sin embargo, la encomienda fracasó rápidamente debido a los litigios entre sus propietarios: la viuda de Chávez, María de Escobar, fue desheredada a favor del arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, y se produjo un pleito judicial que terminó allá por 1571, durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo, cuando las autoridades coloniales decidieron fundar la reducción o pueblo de indios San Juan Bautista de Lurigancho.
De esta manera, los indios fueron agrupados en pequeños pueblos con plaza, iglesia, casas en orden de importancia y tierras de cultivo en las afueras. En 1619, un documento, citado por Fernández Valle, describe así el pueblo: "Tiene 120 indios de confesión hombres y mujeres. Tiene 7 chacras circulares y en ellas 130 neros, algunos casados. Abra en dichas chacras hasta 12 españoles dueños y mayordomos dellas". Sin embargo, ya a finales del siglo XVII, la población india es superada por la de origen africano y los antiguos ruricancho, como cultura, desaparecen.
También se sabe que los pocos indios que quedaron vendieron sus tierras a los funcionarios coloniales y órdenes religiosas que las convirtieron en haciendas. En suma, la ruptura histórica que significó la conquista del siglo XVI fue drástica para el valle. La población india casi desapareció y no se sabe mucho de la comunidad campesina de Lurigancho, Huachipa y Ñaña; sin embargo, se tiene la impresión de un proceso de marginalización de los descendientes de los antiguos ruricancho.
LOS CONDES DE LURIGANCHO: El rey Carlos II confirió, el 18 de abril de 1695, el Condado de San Juan de
Lurigancho al general Luis de Santa Cruz y Padilla “en retribución de servicios
a la Corona”; también recibió a perpetuidad el oficio de tesorero y Blanqueador
de la Real Casa de Moneda de Lima. El nombre del título se explica porque la
familia del capitán santa Cruz tenía tierras y casa solariega con huertas en el
pueblo de San Juan de Lurigancho desde inicios del siglo XVII. Luego, el primer
Conde de Lurigancho fundó el mayorazgo de su linaje sobre la base del título
que pasó luego a la familia Aliaga cuando, el 15 de diciembre de 1779, hubo el
matrimonio de Mercedes de Santa Cruz y Sebastián de Aliaga quien por su lado,
tenía el mayorazgo de la Casa de Aliaga, fundada por el conquistador Jerónimo
de Aliaga. El último Conde de San Juan de Lurigancho fue Juan de Aliaga y Santa
Cruz (1780-1824), quien estampó su firma en el Acta de Independencia y recibió
la Orden del Sol en manos del libertador San Martín.
LOS AÑOS REPUBLICANOS Y LA CREACION DEL DISTRITO: Durante el siglo XIX, a pesar de los trastornos de la Independencia, el caudillismo
o la guerra con Chile, Lurigancho se destacó por ser una zona bella, tranquila
y agrícola. Sus haciendas producían camote, maíz, alfalfa, uva, sandia y
algodón; la actividad ganadera, por su lado, aprovechaba la vegetación
existente en los cerros y del rastrojo de los chacras. El 21 de enero de 1825,
Bolívar creó el distrito de Lurigancho y el Congreso, el 21 de Enero de 1857,
ratifica el distrito, con su capital en el mismo pueblo de Lurigancho. Según el
censo de 1876, su población era de 1248 personas, en su mayoría dedicada a
labores agrícolas. Luego, el de octubre de 1894 se fundó la ciudad de Chosica
y, por ley del de 9 de Noviembre de 1896, lo convierte en capital del nuevo
distrito de Lurigancho-Chosica. Esto significó un verdadero problema para los
habitantes de Lurigancho, quienes debían viajar hasta Chosica para realizar sus
trámites documentarios. Por ello, con los años, fue creciendo la presión, por
parte de pobladores y hacendados de la zona por retomar los antiguos límites
distritales y establecer la autonomía política.
De otro lado, entre 1920 y 1940, se
produjo un proceso de concentración de la propiedad en la que 9 propietarios se
repartían el territorio y la renta agropecuaria. Los fundos y sus respectivos
propietarios eran:
Zárate (Solari, Bertello,
Aspíllaga)
Las Flores (Nicolini, Fundo Las Flores)
Azcarrunz (Carlos Palacios Moreyra)
Campoy (Hermanos Rébora)
Santa Clarita (J. Amico y E. Lanatta)
Santa Egle (Ítalo Costa)
La Basilia (Nicolini y Fundo Las Flores)
Palomares (Teresa Acuña)
Chacarilla de Otero (Cristante Elías)
Las Flores (Nicolini, Fundo Las Flores)
Azcarrunz (Carlos Palacios Moreyra)
Campoy (Hermanos Rébora)
Santa Clarita (J. Amico y E. Lanatta)
Santa Egle (Ítalo Costa)
La Basilia (Nicolini y Fundo Las Flores)
Palomares (Teresa Acuña)
Chacarilla de Otero (Cristante Elías)
Fuente: Julio Calderón, Expansión urbana y mercado
inmobiliario en Lima: el caso del distrito de San Juan de Lurigancho. Lima,
1984
Luego de varios trámites, el 13 de
enero de 1967, durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde, se
crea el Distrito de San Juan De Lurigancho. A parte de las haciendas, en esa
fecha existían ya 4 barriadas (Tres Compuertas, Santa Rosita, Caja de Agua y
Canto Chico) y 4 urbanizaciones (Zárate, Chacarilla de Otero, Canto Grande y
Caja de Agua). Poco después, debido a la Reforma Agraria dictada por el
gobierno de Juan Velasco, muchas propiedades son vendidas para la creación de
urbanizaciones y cooperativas de vivienda. A partir de los años 80, el distrito
crece debido a la invasión de tierras, dando lugar a numerosos asentamientos
humanos y pueblos jóvenes.
EL CRECIMIENTO DEL DISTRITO: Según
los estudios de Jacques Poloni (San Juan de Lurigancho: su
historia y su gente. Un distrito popular de Lima. Lima: Centro de
Estudios y Publicaciones, 1987), a partir de lo años sesenta, la historia de
San Juan de Lurigancho cambió para siempre cuando empezó su urbanización. Los
propietarios agrícolas, con el Banco Comercial del Perú, formaron cuatro
compañías inmobiliarias y las antiguas haciendas fueron divididas en cuatro
etapas, reservando una zona industrial más otra etapa para la urbanización de
mangomarca. En Zárate, por ejemplo, se vendieron lotes urbanizados con redes de
servicios básicos, pistas y veredas; en Mangomarca se vendieron viviendas
terminadas. Esto marcó el fin de la actividad agrícola. Se urbanizaron también
zonas alejadas como Canto Grande donde otro grupo inmobiliario realizó las
urbanizaciones de San Rafael, Canto Bello, Canto Sol y Canto Nuevo.
Paralelamente, se hizo campaña publicitaria para presentar canto Grande como
Ciudad Satélite de Lima. El estado, por su lado, expropió el fundo Chacarilla
de otero y construyó una urbanización popular para reubicar a los pobladores de
la barriada de Cantagallo y abrir la Vía de Evitamiento. De esta forma, el
estado contribuyó a hacer de San Juan de Lurigancho un lugar para los sectores
populares; así nacieron las urbanizaciones de Caja de Agua (1965) y Chacarilla
de Otero (1967).
Paralelamente a este crecimiento
“formal”, fueron apareciendo las barriadas en las faldas de los cerros: La
Providencia (1966), José María Arguedas (1967), Chacarilla de Otero (1968),
Sagrado Madero (1969), 15 de Enero (1970), Nuevo Perú (1970) y San Hilarión
(1971). Estos primeros “invasores” respetaron las áreas agrícolas para no ser
desalojados. En 1972, el distrito ya tenía casi 100 mil habitantes. Sin
embargo, a partir de la década de 1979, la tugurización de muchas zonas de
Lima, el agotamiento de terrenos en las zonas tradicionales y, sobre todo, la
falta de una política estatal que solucione el tema de la vivienda popular hizo
que muchos migrantes y gente de escasos recursos ya capturara todo tipo de
terreno, creándose varios “pueblos jóvenes” (término que sustituyó al de
“barriada”). Uno de los más célebres fue el que se formó, en 1976, cuando
cientos de familias invadieron los terrenos aledaños al Puente Huáscar, dando
origen a Huáscar de Canto Grande. Aledaños a éste, aparecieron Bayóvar, Arriba
Perú, 10 de Febrero, Villa Hermosa, y 9 de Octubre, entre otros.
Hasta la década de 1980, como
concluye Poloni, “cuatro fuerzas actuaron en el crecimiento de San Juan de
Lurigancho: la iniciativa privada, el Estado, los grupos de invasores y las
asociaciones de pobladores. El doblamiento y sus características no son sino la
resultante de intereses contradictorios: los de las familias de estratos bajos
que carecen de una casa y que están dispuestas a aceptar cualquier tipo de
vivienda o de lote; los de los propietarios-urbanizadores que se apropiaron de
altas rentas en función de esa demanda, siendo su única finalidad el lucro
máximo; los del estado que vacila entre una política de vivienda popular (aun
con todos sus defectos) y una política que relega a los pobres lo más lejos posible.
El problema es que la resultante de estas tres tendencias es la insatisfacción
del derecho a la vivienda y la explotación de esa reivindicación”.
Habría que añadir, finalmente, que
durante la gran ola migratoria 1979-1992, en la que se inscribió la violencia
terrorista, San Juan de Lurigancho fue el distrito que más población migrante
recibió. Por ello, en la actualidad, el distrito cuenta con más de cinco
generaciones asentadas en su jurisdicción. La mayoría de inmigrantes de los
departamentos de Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, Junín, Arequipa y Lambayeque.
LA HUACA MANGOMARCA: San Juan
de Lurigancho es quizá el único distrito que puede darse el lujo de decir que
cuatro huacas importantes descansan en su jurisdicción. Hoy, una de ellas,
conocida como Mangomarca, se apresta a develar sus secretos. Su recuperación se
ha convertido en un reto para los vecinos y las autoridades municipales, no
sólo porque ha perdido el 70% de su estructura original sino porque, según el
“Instituto Ruricancho”, podría ser la capital de las culturas Lima e Ichma.
Llegar a esta huaca no es difícil.
Se encuentra a la altura de la cuadra 20 de la avenida Santuario, ingresando
por la avenida Gran Chimú; también se puede entrar por Campoy, desde el
paradero conocido como “Panorama”. Ya a la espalada de del Complejo
habitacional Fortaleza de Campoy, nos encontramos con la huaca. Se trata de un
asentamiento de la elite local y uno de los mejor conservados en la margen del
río. Está cerca de otros complejos interesantes, como Fortaleza de Campoy y
Cerro Lurigancho (500 a.C.), además de estar rodeada por el hermoso ecosistema
de las lomas, lo que invita a hacer caminatas.
El nombre de este complejo viene de manku marka, que
significa “pueblo del señor”. Según las últimas investigaciones fue uno de los
centros políticos más importantes de la zona, capital del curacazgo de
Lurigancho y lugar de residencia de la elite que dominaba este territorio. Su
desarrollo comenzó en el intermedio temprano y se prolongó hasta la década de
1470, cuando llegaron los incas. Enclavada en un área de 47 mil kilómetros
cuadrados, a 220 metros sobre el nivel del mar, tiene una pirámide elevada,
única en su tipo ya que el ascenso se lograba mediante una escalera curva,
levantada sobre un mamelón rocoso. Como las demás huacas de la costa, su
técnica arquitectónica se basó en una mezcla de barro con pequeñas piedras, los
clásicos tapiales. Destacan sus grandes muros de contención como su sistema de
recintos y pasadizos. También hay dos cementerios con tumbas formadas por
cámaras rectangulares y revestidas interiormente con piedras rústicas asentadas
con barro. Finalmente, si bien su existencia se remonta al Intermedio Temprano,
recién alrededor del año 900 d.C. es que se convierte en la capital del
curacazgo Lurigancho. Según el arqueólogo Julio Abanto, director del Instituto
Cultural Ruricancho, “Mangomarca es un espacio emblemático para nosotros y
desde este lugar esperamos que la gente mire de otra manera a nuestro distrito.
Reconocer el enorme valor de nuestra herencia es asegurar que estos duren en el
tiempo y permitan generar oportunidades para su población”.
GEOGLIFOS Y PETROGLIFOS DE CANTO GRANDE: Son figuras trazadas sobre la tierra y las rocas que los antiguos habitantes de
la zona realizaron para representar sus rituales o cosmovisión. Son dos mil
años más antiguos que los de Nazca en Ica, y serían los más antiguos de la
costa peruana.
LOMAS DE MANGOMARCA: Sabemos
que, desde los tiempos prehispánicos, los pobladores de los valles de Chillón,
Rímac y Lurín tuvieron acceso a la flora y fauna que vive temporalmente en las
estribaciones andinas costeñas, cuando llega la estación invernal, de junio a
septiembre. Eran prominentes las lomas de Amancaes, Mangomarca y Atocongo. De
estos lugares, se recolectaban algunos vegetales; se cazaban cérvidos, pequeños
animales y aves; y se recogían caracoles terrestres. Incluso, todavía en los
años del Virreinato, como lo comenta María Rostworowski, la aristocracia limeña
se dedicaba a la caza de venados y perdices en las lomas de Amancaes. Hoy,
salvo la de Mangomarca, las lomas de Lima han desaparecido o se encuentran en
vías de desaparición. Sin embargo, en las últimas décadas, esta bella zona fue
víctima de constantes invasiones por parte de traficantes de tierras, poniendo
en franco peligro su existencia. Afortunadamente, desde 2008, están cambiando
de rostro gracias a un proyecto que consiste en la reforestación, con
participación vecinal, de sus cerros para convertir el lugar, a futuro, en un
área natural que sirva de oxígeno al distrito y a toda la ciudad de Lima. A
nivel técnico, tiene la típica vegetación de la costa que existe entre invierno
y primavera como consecuencia de la humedad y las neblinas; las lomas se pueden
ubicar en Mangomarca, Las Flores y Los Sauces.
BODEGA Y VIÑEDOS "CANDELA": La
historia de esta bodega se remonta a la década de 1940, en el valle de Cañete,
donde don Juan Candela Vicente empezó a cultivar uva, en Imperial, y producir
vino. Luego, a finales de los años 80, la familia Candela Flores llega al
distrito de San Juan de Lurigancho y establece Bodegas y Viñedos Candela SAC,
creada formalmente en 1999. Todos los años, el primer domingo de marzo,
organiza la vendimia o “pisa de uva”, con un almuerzo acompañado con platos
cañetanos. En suma, dedicada a la producción artesanal de vinos y destilados de
uva de gran calidad, es la bodega más importante del distrito (Pasaje Piedras
del Sol 1549, urbanización Inca Manco Capac, San Juan de Lurigancho. Teléfono:
458-1837; email: info@vinoscandela.com).
UN TESTIMONIO DE LA HISTORIA RECIENTE DE SAN JUAN DE LURIGANCHO: El profesor Mario Ceroni
Galloso, químico de profesión, nos cuenta algunos detalles de los cambios del
distrito en las últimas décadas: Por los 60 no existían
asentamientos humanos en Huáscar, Bayovar, Jicamarca, Las Flores, Canto Rey,
San Carlos, Micaela Bastidas, San Hilarión, 15 de Enero o Santa Elizabeth. Eran
territorios dedicados bien a la agricultura o eran descampados. Recuerdo haber
recorrido en bicicleta Canto Rey, Bayobar, Jicamarca y otros lugares. Si existía
Canto Chico. Los primeros que llegaron a Canto Grande ocuparon la franja entre
la Av. El Bosque y la Av. El Sol, llamados primera etapa, segunda y así hasta
la quinta. El penal de Canto Grande era conocido. Por el 70 también había gente
en Canto Bello, Machu Picchu, San Rafael y la Zona Urbana. Antes eran terrenos
y eran ocupados por muy gente. Durante los 60 y 70, sólo existía una línea de
micros cuyo paradero final estaba en Acho. La famosa 12. Estos micros, de color
guinda con líneas blancas, que eran mezcla entre combi y custer, no tenían
cobrador y seguían la única carretera de entrada a Canto Grande. De Acho iban a
Zarate hasta el Colegio Fe y Alegría (cerca del Consejo) donde doblaba a la
izquierda, luego subía unas cuadras y se llegaba a la Av. Canto Grande que
bordeaba los cerros, pasaba por Canto Chico, el establo y llegaba a la
Comisaría de Canto Grande que quedaba antes en el cruce de la Av. Canto Grande
y la Av. El Sol. En ese tiempo rara vez pasaba un vehículo. Como dije antes, la
línea 12, ahora creo ya desaparecida, era nuestro único modo de salida. De la
Av. El Sol para Lima había una hacienda y justo en la primera de Wiese y El Sol
estaba El Zapatón. Era un quiosco que vendía galletas, pero más bebidas
gaseosas y alcohólicas. Recuerdo que en la hacienda vendían leche fresca de
vaca, muy buena y nosotros éramos asiduos compradores. Las primeras tiendas que
se formaron fueron las del Sr. Agreda y otra del Sr. Massoni. Años después la
familia Cárdenas puso otra tienda. No había mercado, panadería, colegios, etc.
Si habían algunas tiendas que abrían los domingos como la de la familia Cuscano
(mayorista de la Parada) que vendía verduras a sus vecinos. Por los 70 poco a
poco aparecieron las panaderías, farmacias, mercados y más asentamiento humanos.
En esa época había que traer
agua potable de Lima, ya que el agua de pozo era muy salobre. Canto Grande era
considerado una zona semiagrícola…. La gente de Canto Grande tiene un
denominador común. Casi todos (me refiero a los primeros habitantes) son inmigrantes
de provincia, principalmente de la sierra, que compraban tierras en lugares
donde podían cultivar sus plantitas y criar carneros, vacas, chanchos, etc. Me
acuerdo que teníamos unas horas de regadío, mis padres casi siempre me
encargaban cuidar el agua, ya que algunos vecinos se robaban el agua, colocaban
unas piedras, quitaban compuertas y cosas así. Me volví experto en ello. Con el
tiempo el pozo de agua se secó y la primera y otras etapas de Canto Grande
nunca fueron las mismas. Estos inmigrantes con su trabajo y esfuerzo han hecho
crecer a SJL. Sus descendientes, muchos de ellos profesionales, se han
establecido en Canto Grande, otros han emigrado a distritos limeños o al
extranjero. Uno de los primeros colegios de primaria fue El Bosque (donde estudié
transición). Se me viene a la memoria que en el recreo comprabamos cachanga,
que los vendedores los entregaban debajo de la puerta principal del colegio.
Había un colegio para personas mayores llamado Canto Grande, estaba donde ahora
es la clínica San Gabriel en la Zona Urbana. Como no habían colegios de secundaria apareció el famoso Nicolás Copérnico con apoyo de la embajada de
Polonia.
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