domingo, 7 de febrero de 2016


HISTORIA  E HISTORIADORES SOCIALES
EN LA HISTORIA DEL PERÚ DEL SIGLO XX



  

CARLOS LAZO GARCÍA

I. Una historia cambiante.
                                                                                                        El título del ensayo no es antojadizo, señala las dos profundidades de la historia: el devenir y su conocimiento científico. No obstante, es insuficiente, pues no destaca al actor principal, en ambos casos la sociedad peruana.
                                                            Actuando sus hombres creadoramente en el tiempo y sobre el entorno de un espacio y una tradición, el Perú ha sido, es y será una colectividad humana siempre cohesionada. Ayer una organización de comunismo primitivo articuló la convivencia de sus hombres, y hasta hace sólo algunas décadas relaciones de explotación feudal signaron la unidad de aquellos. Hoy, la desintegración acelerada de sus seculares reglas de existencia hace tambalear las viejas formas de integración social y aperturan el cambio.

                                                         En el estertor de la agonía, lo viejo se define nutriendo su poder con la savia de la tradición, pero también intentando vanamente un tipo de autogénesis que le  devuelva la mocedad perdida y le dé la modernidad conceptual capaz de insuflar credibilidad y fuerza de convencimiento a sus planteamientos respecto a la superioridad de su modelo de vida.

                                                         Lo nuevo, en sus dos matices fundamentales de desarrollo, capitalismo en dependencia o socialismo, afanoso, busca la institucionalidad que en definitiva encauce su quehacer por la senda de la historia, la que por cierto sólo puede estar del lado del segundo por la naturaleza verdaderamente revolucionaria de su teoría y praxis.
                                                         La historia devenir, la historia ciencia y su lucha revolucionaria, en nuestros días, han confluido, más, ¿Cómo llevar a la práctica científica la unidad que exige esta conjunción superior y su ulterior progreso? Para el intelectual historiador, que es el personaje del cual nos ocupamos, la respuesta en un comienzo se presenta bastante simple. He aquí sus principales postulados:



1) Reflexionar sobre los hechos vividos.
2) Asumir una posición frente a ellos mediante un programa de vida y de ciencia.     
3) Introducirse en la investigación y redacción histórica con el pleno convencimiento de que su obra apuntalará y contribuirá a la direccionalidad de la conciencia histórica que exige la posición social asumida.   
4) No discutir los fundamentos epistemológicos de su teoría histórica, en los que sostiene sus conjeturas, sus hipótesis y sus definitivas explicaciones de la historia. Por estar aquellos enraizados en una determinada posición social y así unidos a una correspondiente corriente política, la discusión la entrevé prejudicial a la buena imagen de su academia. La historia, piensa, no debe perder su encanto de ciencia pura, de disciplina no comprometida.

                                                   El desarrollo del proceso de desintegración, sin embargo, lo obligan a romper el esquema acomodaticio descrito y lo conducen a abrir debate sobre la certidumbre científica de la teoría que regimenta su trabajo. El campo, las concepciones y los conceptos de aquella, entonces son defendidos con ardor y al unísono la crítica de los recursos teóricos de los adversarios se convierte en un asunto de ciencia y de principios de vida.
                                               Ahora resulta para el diáfano que se investiga y se escribe la historia para llegar a un público lector buscando conformar en él una conciencia del acaecer que apuntale la presencialidad hegemónica de la clase social cuya defensa se ha asumido. En esta dirección, sabe que se apuntalará hacia conciencia inhistórica, de evocarse la continuidad de una clase tradicional, que se buscará la configuración de una conciencia ahistórica al promocionarse la presencia de grupos que dirijan cambios seudomorfóticos. O bien, que se fomentará la formación de una conciencia verdaderamente histórica cuando se persiga el cambio revolucionario encausando hacia él mentalidades y conductas.
                                                         El presente artículo, a propósito de los problemas planteados por la historia social en tanto que disciplina especializada, constituye, en la perspectiva histórica líneas arriba resumida, un primer paso para asumir con los alumnos en el curso “La historia en el Perú”, la discusión  de temas atingentes al onto y a la teoría del conocimiento manejados por nuestra historiografía. Sin duda, temas de naturaleza sumamente controvertible porque giran en torno al quehacer histórico de una comunidad nacional actuante y pensante, escindidas en clases sociales y todavía en su mayor parte conjuncionada por una red articuladora de relaciones de explotación económica y de extrañamiento social, no ajena, como puede suponerse, a la vida y obra de nuestros historiadores.


II) El ser de la historia social.
                                                               
                                                El problema teórico de la historia social es de dos órdenes:
a) El primero, ontológico, respecto a la naturaleza del devenir histórico social.

b) El segundo, gnoseológico, en tanto que conlleva la necesidad del planteamiento de una correspondiente teoría del conocimiento.
                                                              Nos ocuparemos del primer aspecto del problema, descubriendo los elementos que configuran el campo histórico social. Ello significa un esfuerzo por generar una definición científica y dar un primer paso hacia una teoría del objeto en sí de esta historia. Con respecto al segundo punto, por el momento, sólo abordaremos el tema de los entornos social y mental que condicionan la vida y obra del historiador y desde esta perspectiva esbozaremos una clasificación de los mismos.


a) Definición.
                    La historia social es la disciplina científica que tiene por objeto el conocimiento de la dinámica que las relaciones sociales han tenido en espacios y tiempos determinados. Estas articulaciones se articulan e integran en un cuadro integral y dialéctico que nos permite captar el sentido de la totalidad y continuidad histórica. Ciertamente, esta definición no excluye el estudio descriptivo de los diversos elementos que conforman la institucionalidad social.

                                                            Para hacer comprensibles los hechos históricos-sociales se hace necesario presentarlos en una doble dimensión:
        a) Como relaciones conservadoras de la estructura social.
        b) Como relaciones de conflicto.

                                                           Las primeras expresan una correlación más o menos permanente entre los componentes activos de una sociedad; pero también conllevan condiciones y elementos de diferenciación y aún de oposición en dichas relaciones. Entre estos se encuentran: la estructura de la población, las formas de organización del trabajo, las formas organización social (Instituciones), las formas sociales de proyección artística (arte y artesanía), las formas sociales de proyección político-ideológicos (filosofía, legislación, lenguaje, creencias, sentido común) y por último, las costumbres y hábitos.

                                                         Las segundas constituyen a agudización del cuestionamiento ya implícito en las primeras. Conducen a una alteración o una ruptura de los mencionados componentes y de las relaciones que mantenían entre sí dentro de la sociedad. Reflejan diversos niveles de inestabilidad con características de contradicción y antagonismo. En orden   a su aparición histórica figuran en estas relaciones las rebeldías sociales de protestas, los enfrentamientos reformistas y las luchas revolucionarias.


b) Historia social e historia económica.

                                                                     Manteniendo todo aspecto social una relación directa con lo económico, en virtud de que el hombre es un ser social en tanto es un ser económico, se impone el planteamiento de las relaciones entre historia económica y la historia social. ¿Qué toma la historia social de la económica sin perder su identidad?

                                                              Ambas disciplinas reflejan el conocimiento de una realidad integrada y total, a la cual no obstante hacen objeto de un tratamiento especializado, comparta mentalizándola según los alcances de cada cual. En los hechos, sin embargo, entre lo que podemos distinguir como dos realidades separadas (la económica y la social), se establece una correlación dinámica de causa y efecto que hace viable el mantenimiento de ambas y también el resquebrajamiento de una cuando la otra sufre una alteración sustantiva en su unidad. Sin duda, esta constatación nos plantea el problema de distinguir que aspectos de lo económico deberán ser considerados por la historia social en tanto que son también partes actuantes en la dinámica social y viceversa.

                                                             Considerando como elementales los niveles de la producción  y la distribución en economía, vemos que si bien ambos se conectan con la totalidad de las relaciones sociales, el primero crea y fundamenta una estructura socio-económica, y el segundo permite mantenerla e incrementarla. En este sentido la distribución, con sus mecanismos de reparto entre las clases sociales se relaciona más directamente con el campo de lo social. Es este aspecto compartido se manifiesta a través de dos interinfluencias: 
      1) La economía sobre la sociedad, y 
      2) La de la sociedad sobre la economía.
                                                           Las influencias de lo económico sobre lo social tienen un carácter causal determinante. Esta denominación se explica al comprobarse que toda estructura social, en última instancia responde siempre a una situación económica que le da sentido, consistencia y calidad. A su vez, la influencia que la sociedad como un todo y como una integración de clases, ejerce sobre la economía representa una correlación condicionante de dos tendencias sociales, a saber:
            -La atingente al mantenimiento de las relaciones materiales de vida (producción y distribución), tal como se viene dando.
                -La concerniente al perfeccionamiento, mejora o cambio formal de dichas relaciones sin riesgo de su esencia estructural.
                                                               Ambas tendencias se presentan bajo condiciones de grados diversos de desarrollo. En la práctica, estas influencias podrían resumirse en las siguientes interrogantes:
                                                              ¿Qué parte del producto social le corresponde al propietario? ¿Qué parte corresponde a los servidores (administradores, funcionarios, comerciantes) que no son ni propietarios de los medios de producción ni productores directos? ¿Qué parte toda a los productores directos?
                                                     Al responder estas cuestiones el historiador social quedará en condiciones de explicar la estructura económico-social como una totalidad inteligible, donde la continuidad de las relaciones de producción, al margen de sus devaneos perfeccionistas justifican una situación permanente de diferenciación y estratificación social. Asimismo, dicho historiador quedará entonces de explicar el porqué de las razones eufemísticas manejadas por la ideología económica en favor del orden vigente. De otra parte, podrá encontrar también las causas de la rebeldía popular en las esferas de la economía, en la jerarquía social y en el desencanto que provoca la ideología al percibirse sus falta de objetividad y la intencionalidad de su papel, constatando de paso que sólo durante los procesos de lucha verdaderamente revolucionarios, la propiedad de los medios de producción se define correctamente como la causa determinante del dominio de clase y del orden distributivo existente.


 c) Historia social e historia ideológico-política.

                                        En síntesis, la ideología explica y justifica el orden económico social en el que tiene vigencia. La política es el instrumento ejecutivo de la ideología en cuanto busca la institucionalización de los elementos del tal orden y su conservación. En consecuencia el historiador social no podrá soslayar el tratamiento del nivel ideológico y político.
                                                          ¿Qué elementos se amalgaman entre las realidades sociales y las propiamente ideológicas?
                                                          Contestando a la pregunta, encontramos genéricamente cuatro rubros principales: la religión, la filosofía, el arte, y el derecho, las cuales al plasmarse en las sociedades ejercen una influencia consustancial a su comportamiento. A partir de este momento llamaremos a estas influencias “reflujo ideológico causal”, porque opera en el sentido de conservar las relaciones de estructura existente. Por cierto, la asimilación con diferenciación de los miembros de la sociedad es uno de sus principales objetivos para contrarrestar las relaciones conflictivas generadas al interior del sistema imperante.
                                                          El historiador social deberá describir bajo cuales formas se lleva en la práctica el proceso enunciado entre los extremos que cabe distinguir, desde la concientización orgánica, (escolar y no escolarizada) hasta los mecanismos de recuperación en caso de ruptura con el sistema. En los momentos de agudización social o de conflicto, la ideología sigue dos caminos:

    1) Cuando el conflicto es de simple protesta o de tendencia reformista, contribuirá a reagrupar a un contingente mayor de la población en torno a la clase dominante. Actúa como un medio de recuperación del rebelde.
   2) En los cursos revolucionarios debe de hacer frente a la ideología alterna que brota de la conciencia para sí del pueblo levantado. Este hacer frente da cabida a tres momentos sucesivos:
                a) Oponer su supuesto virtuosismo al nefasto contenido de la
                     ideología revolucionaria cuyos planteamientos son
                     declarados delincuenciales.
                b) Intentar una suerte de contemporización, de sincretismo,
                    asimilando en lo formal parte del contenido del oponente.
                c) Asumir finalmente la calidad de un rezago superestructural 
                    al acecho y apelando cada vez más al romanticismo propio
                    de una población ahora históricamente propio.

                                                     El estudio de los movimientos de protesta y reformistas llevará al historiador social a precisar los eufemismos y subterfugios que se adoptan para contener y encauzar las causas populares. Asimismo, a comprender los grados de respuesta popular a tales intervenciones y su carácter acumulativo en el tiempo histórico mediante la plasmación de una tradición de oposiciones.
                                                         Frente a los procesos revolucionarios, el investigador deberá resolver preguntas tales como: ¿Qué fuerzas sociales se hallan en la contienda y qué frentes se vienen formando?, ¿Quiénes y por qué hacen suya la nueva ideología?, ¿Qué condiciones materiales y de lucha se encuentran determinando el carácter de ésta?, ¿Cómo la ideología naciente va orientando el proceso de cambio y qué papel le cabe es esta tarea al pensamiento histórico, a sus teorías y sus conceptos?.



III) Sociedad e Historiadores.
                                                        
                                                       Deslindando el objeto en sí de la historia social, debemos enfrentar dos problemas de orden gnoseológico. Uno en relación con el objeto cognoscente: el historiador social. Y el otro en relación con el método de aprehensión de las particularidades de su objeto: la historia social. (1)
                                                             Hasta el momento la mayoría de los métodos en historia han incidido en la óptima vinculación entre el historiador y el dato. Esto implicaba la búsqueda de los mejores medios de captación-representación de los hechos históricos y tenía por fin aparente la elaboración de una ciencia histórica pura. En consonancia con tal actitud, las condiciones personales del historiador recibieron poca atención, salvo para asegurarse de que ninguna carga afectiva menoscabara su “objetividad”.
                                                             Sin embargo, tal pretensión separaba el conocimiento histórico de una realidad social concreta. Quienes así pensaron soslayaron consciente o inconscientemente, la estrecha unidad que existe entre el historiador y su realidad.


(1) La teoría del conocimiento y el método en la historia del Perú serán objeto de un próximo ensayo.
           
                                                      Descubrir este condicionamiento, si bien es indispensable para la mayor objetividad en la comprensión de historias de índole económica, política, etc, con mayor razón resultará ineludible tratándose de una historia social. Así, la pregunta que tendremos que responder para averiguar y formular los alcances de los condicionamientos del historiador sería: ¿Hasta qué punto la sociedad a través de una ideología dominante y de un ser social concreto lo precondiciona?.
                                                              En efecto, cada historiador como tal es formado dentro de una sociedad específica que lo ubica en su presente. Y el presente significa tanto lo actual como la carga del pasado que perdura con intensidad diversa bajo forma de atavismos sociales. Los precondicionamientos son de varios órdenes:
                   1) Económicos: Representados por la posición de clase y el
                       consiguiente nivel de vida. Incluye la actitud 
                       económica propia del ser social (distribución del 
                       tiempo personal, intereses económicos específicos,
                       aspiraciones económicas, cualidades del consumo. Etc.
                  2) Sociales: La posición de clase se explicita en la pertenencia a                        las familias o grupos de familiares ubicados en algún 
                       nivel de la estratificación existente, (aristocracia,
                       burguesía, proletariado). Comprende además la disposición                          para la emergencia a un nivel social superior, en cuyo
                       caso se participa subjetivamente de la clase aspirada.
                  3) Ideológico-político: Se da como: 
                                              a) Sistema de ideas y
                                              b) Maquinaría política ejecutiva.
                                                       El primer aspecto se compone de un cuerpo racional normativo y justificativo del orden social vigente y dominante, actúa influyendo permanentemente en la formación de una conciencia social. Como resultado se producirán actitudes conformistas y defensores del mencionado orden: alienación, obviamente cuando nos encontramos frente a casos de pluralidades ideológicas de dominio (semifeudales, semicapitalistas), el cuadro se complica pues la presencia de conciencias sociales “simbióticas” dificultad la claridad del panorama social y de la conducta a seguir. Al primer proceso de alienación ideológica por trasmisión ideológica, se vendrán a sumar las advertencias desplegadas por la maquinaria de coerción política y jurídica.

                                                     Todas estas formas asumidas por el control ideológico-político predisponen al historiador a la no captación y al trastocamiento de la realidad histórica. De modo que puede decirse que el presente oscurece al pasado.
                                                            Finalmente cabe observar una suerte de alteración psicológica, que actúa como precondicionamiento de segundo orden en el historiador. Se expresa en cuadros patológicos de neurosis latente, comportamientos irregulares y en una propensión incontenible hacia la creación de ídolos intelectuales. La figura del ídolo juega a dos niveles: se desea para sí o se vive en función de él. El ídolo es revestido de todos los prejuicios de que es capaz la sociedad y por ello se torna en un elemento incapaz de toda reflexión objetiva y se convierte en algo sumamente frustrante.



IV) Ser social, historiadores e historias.
                                  En sociedades como la peruana, semifeudales y semicapitalistas, sujetas a un orden de dependencia neocolonial y que a la vez padecen los efectos desestabilizadores de una acelerada desintegración social y las incertidumbres propias de su transición a una fase superior, es factible, desde la perspectiva de su ser socio-ideológico el reconocimiento de cuatro tipos de historiadores: Señores, clientes, empresarios y revolucionarios.


a) HISTORIADORES SEÑORES.
                         
                                                      Son producto de sociedades semifeudales donde un “señor” puede todavía realizarse como tal, manteniendo la preponderancia de su estamentalidad aristocrática y los correspondientes privilegios de status y de su rol.
                                                          La vida de un historiador señorial está revestida de un fuerte simbolismo pragmático que se traduce en la búsqueda y mantenimiento del prestigio que honra y en la constante necesidad de impresionar para mantener en esta la fama en torno a la veracidad de su pensar. Lo que escribe y cómo lo escribe forma parte de un mecanismo defensivo de su clase y de sí mismo, destinado a poner en evidencia la calidad natural del mando ejercido. Y en consecuencia, el señor impone a su sociedad argumentos con los que bajo una aparente imparcial defensa de todo lo nacional, busca confirmar la institucionalidad de la ideología y del poder político de la aristocracia que conforma. Siguiendo tal dirección, acumula una información histórica abundante subrayando la vultuosidad de las relaciones sociales establecidas en el pasado y cuya conservación evoca intentando contrarrestar los cambios del presente. Le ayuda en este esfuerzo el presentar los hechos de los “grandes personajes” de la historia como lecciones dignas de seguir y como argumentos validatorios de una ética que no debe de morir. Para más convencimiento, con habilidad “ilustra” sus descripciones con reflexiones teóricos sociales en las que hace uso de conceptos sustantivos usados por la moderna filosofía de la historia.
                                                Así se constituye la “eminencia intelectual”, y a su alrededor aparece una clientela de admiradores-seguidores sobre quienes ejerce autoridad cuasi doméstica. Este clan intelectual está destinado a sobrevivir a su jefe y a recordar su vida, su obra y su “escuela”. Sin embargo, poco es lo que puede conseguir pues lo limita, de un lado, el avance incontenible de la historia devenir, y del otro una teoría del conocimiento subjetiva e idealista puesta en práctica por el maestro.
                                                              A largo plazo la obra del historiador-señor, aunque prolífica, aparece discontinua y diletante. La intención del “efecto a causar”, le resta profundidad interpretativa. Predomina en él la conservación de lo conocido apoyándose  tanto en lo que “ya se dijo” como en la vivencia sentida de un pasado actualizado, y asimismo, en la repetición de textos y conceptos tradicionales, todo lo cual se presenta con cierto orden y como verdad evidente en sí.
                                                       La tendencia histórico-señorial presenta dos matices: la erudita, donde predomina el juego con el dato, y la academicista, donde lo que resalta es la especulación conceptual. Los temas que en ambas versiones reciben mayor atención son los de la historia política y administrativa y también los psico-sociales, pero ofrecidos sin conexión con los ordenamientos económicos y socio-ideológicos a los cuales se hallan vinculados.

                                                           El impacto de este tipo de historia se da a varios niveles: A los historiadores en ciernes los limita, al proponerles como meta obras de muy difícil realización para quienes no se encuentran apoyados sobre condiciones de privilegio parecidas a las del señor. También a la búsqueda meticulosa del “dato por el dato”, lo que termina en el mejor de los casos en la transcripción literal de documentos con una introducción y análisis hermenéuticos muy incipientes. En lo creativo, reduce la temática. En lo personal, el mito en torno a la figura del maestro tanto como la protección o la influencia directa de éste, marca excesivamente al discípulo.
                                                            Solamente nos resta preguntar, ¿Qué significó la historia social para los historiadores señores?
                                                            Para ellos no existió como unidad con identidad definida. Lo social emergió por capítulos o en notas aisladas de las historias generales. No obstante, algunos autores intentaron presentar esbozos de historia social, pero sus deseos resultaron de corto alcance, descriptivos y destacando las costumbres de la aristocracia dominante, mientras que el comportamiento de los sectores populares fue considerado con tono pintoresco y hasta rayano en la atrofia. Por cierto, el conflicto social no pudo ser abordado objetivamente pues la tendencia fue desdeñarlo como hecho histórico o atribuirle un carácter ¿lombrosiano? Y delincuencial.
                                                            Al concluir, comprobamos que los historiadores aristocráticos o elaboraron una ciencia histórico-social integral que diera cuenta de la racionalidad dialéctica que existe en l realidad social. Lo positivo en ellos se redujo al hecho de intuir el comienzo del fin del tiempo histórico del que ellos eran hijos y a aperturar a partir de esta constatación el debate alrededor del problema de la unidad nacional. Dada su posición radicalmente aristocrático y pasadista, sin embargo, pudiera evitar el caer en interpretaciones inhistóricas.
                                                              José de la Riva Agüero (Marqués de Montealegre de Aleustia), Javier Prado Ugarteche, José Agustín de la Puente, entre otros historiadores, pueden ser entendidos como representantes de la historiografía señorial.



b) HISTORIADORES CLIENTES:

                                                             Nacen a la sombra de los anteriores. Estos historiadores no provienen de las filas de la alta aristocracia pero participan de la mentalidad semifeudal. Por lo común son personajes allegados a las familias de la aristocracia provinciana.
                                                                Aceptan el poder institucionalizado de los señores de la historia con actitud gregario-servil; buscan ser conocidos como sus seguidores o miembros de su círculo académico. Su ideal sería reproducir la vida de sus “ídolos maestros”, pero alcanzan su nivel y acaban en un remedo. Carentes de su respaldo social se muestran casi indiferentes respecto al problema de la identidad nacional que la desintegración transición vuelve relevante.
                                                           El objetivo de este tipo de historiador es conquistar un prestigio social por el camino del reconocimiento intelectual. Esto se logra, a veces heroícamente, en la dependencia académica-burocrática, con matices de yanaconaje. Donde lo que se espera no son rasgos de suficiencia profesional, sino cualidades de eficiente servidor. El ascenso socioeconómico y alguna participación en el poder del señor vienen posteriormente como beneficio compensatorio.
                                                              Las obras despliegan los temas, los planteamientos teóricos y los métodos de trabajo de sus antecesores. Pretendiendo ser eruditos y/o académicos los historiadores clientes trabajan con ahínco fuentes de primera mano, índices bibliográficos, etc. Son fuentistas, tienen poca capacidad de abstracción teórica y sus categorías no son abundantes pero en compensación, aportan gran cantidad de datos y apoyos documentales completos.
                                                               En todo caso, lo mencionado líneas arriba es que los historiadores de este grupo entienden por ciencia pura y racional, la razón estriba en que para ellos, el descubrimiento y la acumulación de datos se erigen en símbolo de poder que los acerca idealmente al de los señores. El conocimiento fuentista se vuelve un feudo intelectual celosamente custodiado. Apoyando su “ciencia” en él, son tajantes al desconocer los aportes del pensamiento histórico-mundial.

                                                   Los temas preferidos de estos historiadores han sido los biográficos, políticos y lo institucional-administrativo. El estudio de los temas económicos fue tratado sólo tangencialmente y la ideología en la historia les es una realidad completamente ignorada. La dependencia en que se encontraban respecto a los señores no les permitió entenderla ni percibir su influencia. No contribuyeron por tanto ni a la conservación de la ideología tradicional ni a la formación de una nueva.
                                                         Y la historia social, ¿Qué fue para estos historiadores? Tampoco en este caso alcanzó el de una disciplina autónoma, no obstante que la preocupación por los asuntos sociales es en ellos más evidente y próxima. Aparecen descripciones de las costumbres de sectores medios y populares de la sociedad con mayor amplitud y estudiados con mayor simpatía. Los conflictos están abundantemente representados, pero abusándose del relato dramático y casi quijotesco y sin intentar ver las manifestaciones concomitantes en los hechos estudiados.
                                                   Estos historiadores desconocen las relaciones estructurales dadas y presentan variedad de temas que si bien integran la historia social, son por su aislamiento, de poca trascendencia.
                                                  Para terminar subrayaremos que los trabajos de los historiadores clientes han significado un avance de la historiografía  a dos niveles: En lo heurístico por el hallazgo y ordenamiento de numerosas fuentes y en lo hermenéutico al profundizar los análisis e interpretaciones de los documentos hacia horizontes nuevos que constituyen los primeros tanteos de una historia ciencia.
                                                         Representan bien a este tipo de historiadores aquellos que se encuentran agrupados en el Instituto Riva Agüero.

   
 c) HISTORIADORES –EMPRESARIOS.

                                                               Mayormente integrantes de la mediana burguesía y actúan bajo los condicionamientos del capitalismo dependiente (Burocrático), que estimula su existencia en sus vinculaciones con las naciones representativas del capitalismo imperialista.
                                                                El individualismo, la idea de liderazgo, el espíritu de ganancia y el prurito de ser partícipes de una “inteligencia” desclasada. Todos estos elementos propios de una ideología del gran capital. Los moldea y los conducen a organizar la creación histórica siguiendo los patrones constituidos de la empresa privada. Sujetos a su dirección y obedeciendo los planes y proyectos que sólo él conoce se organiza un grupo de trabajo subordinado y asalariado, a cuyos miembros se les asigna tareas específicas que por ser sólo partes del todo se constituyen en partes ininteligibles para ellos. Estos historiadores saben estimular la competitividad de sus trabajadores dispensándoles por separado un trato muy personal para alabar su ego, y cultivando en cada uno de ellos la esperanza de un futuro intelectual promisor. De ser necesario no vacilan en vincularlos a su persona mediante relaciones vasallásticas que ellos saben dispensar asumiendo poses paternalistas e infundiéndoles la idea de ser partícipes en el descubrimiento de una gran verdad que nunca les precisan.
                                                                 Como el nexo que los une a sus “discípulos” tiene por finalidad la expropiación del trabajo de éstos, la posibilidad de que los miembros de su equipo se conviertan en trabajadores independientes deviene en algo muy improbable. Por lo común el castramiento de la vocación y un consiguiente desgano vital para todo lo que sea investigación histórica, con el tiempo termina por embargar la conducta de los jóvenes discípulos. Se vuelven incapaces de desarrollar capacidades propias y por añadidura mecánicamente cansino y de comprensión bastante oscura los frustra y los aleja de la labor histórica. Algunos, -los más obsecuentes o los más capaces- sin embargo continúan, adscribiéndose como peones permanentes en la empresa del historiador empresario.
                                                                Los intelectuales de la historia de este género. Conscientes de la modernidad de su rol histórico-ideológico y directos beneficiarios de los fondos de las fundaciones académicas imperialistas, asumen el papel de “oficiales de enlace”, difundiendo en el país, a través de sus obras, las teorías socio-históricas vigentes en Europa occidental y en los Estados Unidos de Norteamérica.
                                                    El Estructuralismo, el Funcionalismo y una suerte de Neofenomología y Neopositivismo son presentados como las expresiones teóricas veraces, puras y apolíticas de las ciencias sociales. Con ello se busca sólo desechar los arcaicos roles de la historia tradicional, sino también se pretende invalidar el marxismo y cuestionar la certidumbre científica de su lógica dialéctica y materialista y su concepción de la historia.
                                                     Enemigos declarados de las visiones tradicionales de la historia por pasadistas, lo son asimismo del marxismo por representar éste la clarinada de un mundo venidero de igualdad plena y con ausencia total de relaciones de explotación.
                                                              Esta posición los lleva a rechazar sin más explicación el uso de la concepción marxista y a utilizar una terminología sintética que aunque muy parecida  en su formas, responde sin embargo a connotaciones enteramente diferentes. No pocas veces prefieren rehuir toda engorrosa utilización de categorías, para dar paso a descripciones vacías de conceptos ordenadores de la integralidad del hecho económico y socio-ideológico de la historia. En este último caso prefieren el empleo de una fraseología propia de los informes que acostumbran ofrecer economistas, sociólogos y antropólogos sociales sobre la realidad actual. En el contexto descrito, ¿Qué ha sido y que es para ellos la realidad social?
                                                              No cabe duda que la observan como una disciplina interesante en la medida que les permite historiar los secretos del dominio de clase en las esferas de los ordenamientos social y mental. De ella extraen las advertencias para depurar los alcances de su dirigencia intelectual y hacer más convincente su defensa del statu quo en dependencia. La historia social los alecciona asimismo sobre los mecanismos de defensa que históricamente ha asumido el pueblo y las formas electivas de controlarlos desde arriba.
                                                                 Es posible calificar la posición de estos historiadores como ahistórica, porque conociendo la proyección correcta del acaecer histórico, por sus intereses personales y sus compromisos con el capitalismo dependiente y proimperialista, prefieren desconocerlo y propiciar en su lugar procesos de falso cambio.
                                                                En otros casos, representan en la actualidad a esta categoría de historiadores aquellos que vienen conduciendo las actividades del Instituto de Estudios Peruanos o las del Instituto de Apoyo Agrario.



d) HISTORIADORES REVOLUCIONARIOS.
                                          
                                                                 Comprometidos con el cambio de la sociedad peruana siguen de cerca el progreso del proceso revolucionario y ajustan su quehacer científico a las exigencias graduales de aquel. Logran la sincronía poniendo en práctica el principio que postula la existencia de una relación dialéctica entre la teoría y la práctica. En su paso, ello significa que la obra contribuye a constituir una conciencia histórica operativa que reafirme la conciencia de clase revolucionaria cuando esta ya exista o contribuya a su configuración en el caso de no haberse conformado aún.
                                                                 La conciencia histórica la logran reconstituyendo en sus detalles el curso dialéctico seguido por la sociedad en cada uno de sus tiempos históricos y desde el momento en que hicieron su aparición la lucha de clases y las consiguientes relaciones de explotación económica y de alienación ideológica. Tal esfuerzo significa el percibir el hecho histórico como una totalidad cambiante e integral, en donde los fenómenos económico, social y político ideológicos vienen manteniendo una vital vinculación a partir del carácter de las relaciones de producción y de la existencia social de los hombres agrupados en clases contradictorias y antagónicas según sean las condiciones de su participación en el proceso de producción y distribución de riqueza. Sin descuidar, por cierto, que en lo inmediato, muchos de los actos de la marcha de la historia pueden ser explicados por la intervención de la institucionalidad ideológica, una vez que ésta ha quedado determinada por una correspondiente estructura económico social.
                                                                 Para estos historiadores la conciencia histórica es sinónimo de una razón lo suficientemente vigilante como para advertir los entretelones del curso que ha venido siguiendo el dominio hasta nuestros días y en contrapartida reconocer la estele de rebeldía que ha ido dejando el pueblo sujeto hasta el momento de adquirir una conciencia social autónoma, en sí y para sí, que lo coloque en condiciones de conducir con propiedad su lucha libertadora.
                                                                Los principios y los conceptos del materialismo histórico y dialéctico y sus aportes teóricos. Por ello, en su creación historiográfica y en el análisis crítico de la obra de otros intelectuales de la historia, tienen muy presente las leyes fundamentales del marxismo de la unidad y lucha de contrarios, la acumulación y ulterior transformación de cantidad en calidad y la negación de la negación o del ley del desarrollo histórico. Saben además distinguir las connotaciones marxistas de las que el estructural funcionalista dan a ciertos términos de uso común  que resultan claves para la interpretación de la realidad, verbigracia, clase social, relación social, conflicto social, conciencia social, estructura, cambio de estructura etc. Por último, jamás llegan a confundir el contenido de los conceptos “modo de producción” y “sistema social”, por ser diametralmente opuestos.
                                                       Una ética dirige su conducta académica. Ella resulta de un lado, de asumir una posición crítica frente a las morales de Santo Tomás, Spinoza y Kant, y del otro, de ajustar su conducta al proceso de la revolución. Siguiéndola, convierten su labor intelectual en una vía de desalienación, acostumbrando al educando a ponerse en contacto directo con los hechos históricos a través del conocimiento de sus testimonios y a asumir la lectura crítica de las obras historiográficas.
                                                                  Infunden, estos historiadores, el hábito de trabajo permanente, de la labor colectiva lejos de todo simbolismo señorial servil y de fetichismo mercantil, y en todo momento subrayan que ciencia histórica y vida política son dos realidades compatibles en tanto que el acaecer, la historia conocimiento y el desarrollo venidero de la sociedad constituye una unidad articulada y dialécticamente fluida.
                                                                 En nuestro medio, los historiadores revolucionarios son integrantes de familias campesinas, obreras y pequeño burguesas, y constituyen un grupo intelectual bastante joven y aún muy escaso. No hay que confundirlos con los intelectuales de la mediana burguesía que encubiertos en el genérico nombre de izquierdistas vienen usurpando el título de historiadores marxistas o pretenden que se les reconozca como tales, tampoco pueden ser identificados como aquellos intelectuales que siendo de extracción popular  y aprovechando de una coyuntura que les fue propicia, asumiendo desde fines de los años sesenta el marxismo como una vía de arribismo social y como dispensa para una vida de ignorancia y ociosidad burocrática, salvo contadas excepciones.
                                                                 Preguntamos por último, ¿Qué  ha sido y que es la historia social para los historiadores de este rubro?.
                                                                Comprenden que es la disciplina histórica que trata del conocimiento científico del devenir de las relaciones sociales observadas en el marco complejo de la totalidad económica y socio-ideológica del movimiento social (mecanismo de cohesión para el dominio y acciones protestatarias de los dominados) que la lucha de clases va produciendo.


       Lima, octubre de 1988
       Carlos Lazo García
      Historiador - UNMSM










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