HISTORIA E HISTORIADORES SOCIALES EN LA HISTORIA DEL PERÚ DEL SIGLO XX
I. Una historia cambiante.
El
título del ensayo no es antojadizo, señala las dos profundidades de la historia:
el devenir y su conocimiento científico. No obstante, es insuficiente, pues no
destaca al actor principal, en ambos casos la sociedad peruana.
Actuando sus hombres
creadoramente en el tiempo y sobre el entorno de un espacio y una tradición, el
Perú ha sido, es y será una colectividad humana siempre cohesionada. Ayer una
organización de comunismo primitivo articuló la convivencia de sus hombres, y
hasta hace sólo algunas décadas relaciones de explotación feudal signaron la
unidad de aquellos. Hoy, la desintegración acelerada de sus seculares reglas de
existencia hace tambalear las viejas formas de integración social y aperturan
el cambio.
En el estertor de la agonía, lo
viejo se define nutriendo su poder con la savia de la tradición, pero también
intentando vanamente un tipo de autogénesis que le devuelva la mocedad perdida y le dé la
modernidad conceptual capaz de insuflar credibilidad y fuerza de convencimiento
a sus planteamientos respecto a la superioridad de su modelo de vida.
Lo nuevo, en sus dos matices fundamentales de desarrollo, capitalismo en
dependencia o socialismo, afanoso, busca la institucionalidad que en definitiva
encauce su quehacer por la senda de la historia, la que por cierto sólo puede
estar del lado del segundo por la naturaleza verdaderamente revolucionaria de
su teoría y praxis.
La historia devenir, la historia ciencia y su lucha revolucionaria, en
nuestros días, han confluido, más, ¿Cómo llevar a la práctica científica la
unidad que exige esta conjunción superior y su ulterior progreso? Para el intelectual historiador,
que es el personaje del cual nos ocupamos, la respuesta en un comienzo se
presenta bastante simple. He aquí sus principales postulados:
1)
Reflexionar sobre los hechos vividos.
2)
Asumir una posición frente a ellos mediante un programa de vida y de ciencia.
3)
Introducirse en la investigación y redacción histórica con el pleno convencimiento de que su obra apuntalará y contribuirá a la direccionalidad de la conciencia histórica que exige la posición social asumida.
4)
No discutir los fundamentos epistemológicos de su teoría histórica, en los que
sostiene sus conjeturas, sus hipótesis y sus definitivas explicaciones de la
historia. Por estar aquellos enraizados en una determinada posición social y
así unidos a una correspondiente corriente política, la discusión la entrevé
prejudicial a la buena imagen de su academia. La historia, piensa, no debe
perder su encanto de ciencia pura, de disciplina no comprometida.
El desarrollo del proceso
de desintegración, sin embargo, lo obligan a romper el esquema acomodaticio
descrito y lo conducen a abrir debate sobre la certidumbre científica de la
teoría que regimenta su trabajo. El campo, las concepciones y los conceptos de
aquella, entonces son defendidos con ardor y al unísono la crítica de los
recursos teóricos de los adversarios se convierte en un asunto de ciencia y de
principios de vida.
Ahora resulta para el diáfano que se investiga y se escribe la historia
para llegar a un público lector buscando conformar en él una conciencia del
acaecer que apuntale la presencialidad hegemónica de la clase social cuya
defensa se ha asumido. En esta dirección, sabe que se apuntalará hacia
conciencia inhistórica, de evocarse la continuidad de una clase tradicional,
que se buscará la configuración de una conciencia ahistórica al promocionarse
la presencia de grupos que dirijan cambios seudomorfóticos. O bien, que se fomentará
la formación de una conciencia verdaderamente histórica cuando se persiga el
cambio revolucionario encausando hacia él mentalidades y conductas.
El presente artículo, a propósito de los problemas planteados por la
historia social en tanto que disciplina especializada, constituye, en la
perspectiva histórica líneas arriba resumida, un primer paso para asumir con
los alumnos en el curso “La historia en el Perú”, la discusión de temas atingentes al onto y a la teoría del
conocimiento manejados por nuestra historiografía. Sin duda, temas de
naturaleza sumamente controvertible porque giran en torno al quehacer histórico
de una comunidad
nacional actuante y pensante, escindidas en clases sociales y todavía
en su mayor parte conjuncionada por una red articuladora de relaciones de
explotación económica y de extrañamiento social, no ajena, como puede
suponerse, a la vida y obra de nuestros historiadores.
II)
El ser de la historia social.
El problema teórico de la historia social es de dos órdenes:
a) El primero,
ontológico, respecto a la naturaleza del devenir histórico social.
b) El segundo,
gnoseológico, en tanto que conlleva la necesidad del planteamiento de una
correspondiente teoría del conocimiento.
Nos ocuparemos del primer aspecto del problema, descubriendo los
elementos que configuran el campo histórico social. Ello significa un esfuerzo
por generar una definición científica y dar un primer paso hacia una teoría del
objeto en sí de esta historia. Con respecto al segundo punto, por el momento,
sólo abordaremos el tema de los entornos social y mental que condicionan la
vida y obra del historiador y desde esta perspectiva esbozaremos una
clasificación de los mismos.
a)
Definición.
La historia social es la disciplina científica
que tiene por objeto el conocimiento de la dinámica que las relaciones sociales
han tenido en espacios y tiempos determinados. Estas articulaciones se
articulan e integran en un cuadro integral y dialéctico que nos permite captar
el sentido de la totalidad y continuidad histórica. Ciertamente, esta
definición no excluye el estudio descriptivo de los diversos elementos que
conforman la institucionalidad social.
Para hacer comprensibles los hechos históricos-sociales se hace
necesario presentarlos en una doble dimensión:
a) Como relaciones conservadoras de la
estructura social.
b) Como relaciones de conflicto.
Las primeras expresan una correlación más o menos permanente entre los
componentes activos de una sociedad; pero también conllevan condiciones y
elementos de diferenciación y aún de oposición en dichas relaciones. Entre
estos se encuentran: la estructura de la población, las formas de organización
del trabajo, las formas organización social (Instituciones), las formas
sociales de proyección artística (arte y artesanía), las formas sociales de
proyección político-ideológicos (filosofía, legislación, lenguaje,
creencias, sentido común) y por último, las costumbres y hábitos.
Las segundas constituyen a agudización del cuestionamiento ya implícito
en las primeras. Conducen a una alteración o una ruptura de los mencionados
componentes y de las relaciones que mantenían entre sí dentro de la sociedad.
Reflejan diversos niveles de inestabilidad con características de contradicción
y antagonismo. En orden a su aparición histórica
figuran en estas relaciones las rebeldías sociales de protestas, los
enfrentamientos reformistas y las luchas revolucionarias.
b)
Historia social e historia económica.
Manteniendo todo aspecto social una relación directa con lo económico,
en virtud de que el hombre es un ser social en tanto es un ser económico, se
impone el planteamiento de las relaciones entre historia económica y la
historia social. ¿Qué toma la historia social de la
económica sin perder su identidad?
Ambas disciplinas reflejan el conocimiento de una realidad integrada y
total, a la cual no obstante hacen objeto de un tratamiento especializado,
comparta mentalizándola según los alcances de cada cual. En los hechos, sin
embargo, entre lo que podemos distinguir como dos realidades separadas (la
económica y la social), se establece una correlación dinámica de causa y efecto
que hace viable el mantenimiento de ambas y también el resquebrajamiento de una
cuando la otra sufre una alteración sustantiva en su unidad. Sin duda, esta
constatación nos plantea el problema de distinguir que aspectos de lo económico
deberán ser considerados por la historia social en tanto que son también partes
actuantes en la dinámica social y viceversa.
Considerando como elementales los niveles de la producción y la distribución en economía, vemos que si
bien ambos se conectan con la totalidad de las relaciones sociales, el primero
crea y fundamenta una estructura socio-económica, y el segundo permite
mantenerla e incrementarla. En este sentido la distribución, con sus mecanismos
de reparto entre las clases sociales se relaciona más directamente con el campo
de lo social. Es este aspecto compartido se manifiesta a través de dos
interinfluencias:
1) La economía sobre la sociedad, y
2) La de la sociedad
sobre la economía.
Las influencias de lo económico sobre lo
social tienen un carácter causal determinante. Esta denominación se explica al
comprobarse que toda estructura social, en última instancia responde siempre a
una situación económica que le da sentido, consistencia y calidad. A su vez, la influencia que la sociedad como un todo y como una
integración de clases, ejerce sobre la economía representa una correlación
condicionante de dos tendencias sociales, a saber:
-La atingente al
mantenimiento de las relaciones materiales de vida (producción y distribución),
tal como se viene dando.
-La concerniente al
perfeccionamiento, mejora o cambio formal de dichas relaciones sin riesgo de su
esencia estructural.
Ambas tendencias se presentan bajo condiciones de grados diversos de
desarrollo. En la práctica, estas influencias podrían resumirse en las
siguientes interrogantes:
¿Qué parte del producto social le corresponde al propietario? ¿Qué parte
corresponde a los servidores (administradores, funcionarios, comerciantes) que
no son ni propietarios de los medios de producción ni productores directos?
¿Qué parte toda a los productores directos?
Al responder estas cuestiones el historiador social quedará en
condiciones de explicar la estructura económico-social como una totalidad
inteligible, donde la continuidad de las relaciones de producción, al margen de
sus devaneos perfeccionistas justifican una situación permanente de
diferenciación y estratificación social. Asimismo, dicho historiador quedará
entonces de explicar el porqué de las razones eufemísticas manejadas por la
ideología económica en favor del orden vigente. De otra parte, podrá encontrar
también las causas de la rebeldía popular en las esferas de la economía, en la
jerarquía social y en el desencanto que provoca la ideología al percibirse sus
falta de objetividad y la intencionalidad de su papel, constatando de paso que
sólo durante los procesos de lucha verdaderamente revolucionarios, la propiedad
de los medios de producción se define correctamente como la causa determinante
del dominio de clase y del orden distributivo existente.
c)
Historia social e historia ideológico-política.
En síntesis,
la ideología explica y justifica el orden económico social en el que tiene
vigencia. La política es el instrumento ejecutivo de la ideología en cuanto
busca la institucionalización de los elementos del tal orden y su conservación.
En consecuencia el historiador social no podrá soslayar el tratamiento del
nivel ideológico y político.
¿Qué elementos se amalgaman entre las realidades sociales y las propiamente
ideológicas?
Contestando a la pregunta, encontramos genéricamente cuatro rubros
principales: la religión, la filosofía, el arte, y el derecho, las cuales al
plasmarse en las sociedades ejercen una influencia consustancial a su
comportamiento. A partir de este momento llamaremos a estas influencias
“reflujo ideológico causal”, porque opera en el sentido de conservar las
relaciones de estructura existente. Por cierto, la asimilación con diferenciación
de los miembros de la sociedad es uno de sus principales objetivos para
contrarrestar las relaciones conflictivas generadas al interior del sistema
imperante.
El historiador social deberá describir bajo cuales formas se lleva en la
práctica el proceso enunciado entre los extremos que cabe distinguir, desde la
concientización orgánica, (escolar y no escolarizada) hasta los mecanismos de
recuperación en caso de ruptura con el sistema. En los momentos de agudización
social o de conflicto, la ideología sigue dos caminos:
1) Cuando el conflicto es de
simple protesta o de tendencia reformista, contribuirá a reagrupar a un
contingente mayor de la población en torno a la clase dominante. Actúa como un
medio de recuperación del rebelde.
2) En los cursos revolucionarios
debe de hacer frente a la ideología alterna que brota de la conciencia para sí
del pueblo levantado. Este hacer frente da cabida a tres momentos sucesivos:
a) Oponer su
supuesto virtuosismo al nefasto contenido de la
ideología revolucionaria cuyos planteamientos son
declarados delincuenciales.
b)
Intentar una suerte de contemporización, de sincretismo,
asimilando en lo formal parte del contenido del oponente.
c) Asumir finalmente la
calidad de un rezago superestructural
al acecho y apelando cada vez más al
romanticismo propio
de una población ahora históricamente
propio.
El estudio de los movimientos de protesta y reformistas llevará al
historiador social a precisar los eufemismos y subterfugios que se adoptan para
contener y encauzar las causas populares. Asimismo, a comprender los grados de
respuesta popular a tales intervenciones y su carácter acumulativo en el tiempo
histórico mediante la plasmación de una tradición de oposiciones.
Frente a
los procesos revolucionarios, el investigador deberá resolver preguntas tales
como: ¿Qué fuerzas sociales se hallan en la contienda y qué frentes se vienen
formando?, ¿Quiénes y por qué hacen suya la nueva ideología?, ¿Qué condiciones
materiales y de lucha se encuentran determinando el carácter de ésta?, ¿Cómo la
ideología naciente va orientando el proceso de cambio y qué papel le cabe es
esta tarea al pensamiento histórico, a sus teorías y sus conceptos?.
III)
Sociedad e Historiadores.
Deslindando el objeto en sí de la historia social, debemos enfrentar dos
problemas de orden gnoseológico. Uno en relación con el objeto cognoscente: el
historiador social. Y el otro en relación con el método de aprehensión de las
particularidades de su objeto: la historia social. (1)
Hasta el momento la mayoría de los métodos en historia han incidido en
la óptima vinculación entre el historiador y el dato. Esto implicaba la
búsqueda de los mejores medios de captación-representación de los hechos
históricos y tenía por fin aparente la elaboración de una ciencia histórica
pura. En consonancia con tal actitud, las condiciones personales del
historiador recibieron poca atención, salvo para asegurarse de que ninguna
carga afectiva menoscabara su “objetividad”.
Sin embargo, tal pretensión separaba el conocimiento histórico de una
realidad social concreta. Quienes así pensaron soslayaron consciente o
inconscientemente, la estrecha unidad que existe entre el historiador y su
realidad.
(1) La teoría del
conocimiento y el método en la historia del Perú serán objeto de un próximo ensayo.
Descubrir este condicionamiento, si bien es indispensable para la mayor
objetividad en la comprensión de historias de índole económica, política, etc,
con mayor razón resultará ineludible tratándose de una historia social. Así, la pregunta que tendremos que responder para averiguar y formular
los alcances de los condicionamientos del historiador sería: ¿Hasta qué punto
la sociedad a través de una ideología dominante y de un ser social concreto lo
precondiciona?.
En efecto, cada historiador como tal es formado dentro de una sociedad
específica que lo ubica en su presente. Y el presente significa tanto lo actual
como la carga del pasado que perdura con intensidad diversa bajo forma de
atavismos sociales. Los precondicionamientos son de varios órdenes:
1) Económicos: Representados
por la posición de clase y el
consiguiente nivel de
vida. Incluye la actitud
económica propia del ser social
(distribución del
tiempo personal, intereses económicos específicos,
aspiraciones económicas, cualidades del consumo. Etc.
2) Sociales: La posición de
clase se explicita en la pertenencia a las familias o grupos de
familiares ubicados en algún
nivel de la estratificación
existente, (aristocracia,
burguesía, proletariado). Comprende además la
disposición para la emergencia a un
nivel social superior, en cuyo
caso se participa subjetivamente de la clase aspirada.
3) Ideológico-político: Se da
como:
a) Sistema de ideas y
b) Maquinaría política
ejecutiva.
El primer aspecto se
compone de un cuerpo racional normativo y justificativo del orden
social vigente y dominante, actúa influyendo
permanentemente en la formación de una conciencia social. Como resultado se
producirán actitudes conformistas y defensores del mencionado
orden: alienación, obviamente cuando nos encontramos frente a
casos de pluralidades ideológicas de dominio (semifeudales,
semicapitalistas), el cuadro se complica pues la presencia de
conciencias sociales “simbióticas” dificultad la claridad del panorama
social y de la conducta a seguir. Al primer proceso de
alienación ideológica por trasmisión ideológica, se vendrán a sumar las
advertencias desplegadas por la maquinaria de coerción
política y jurídica.
Todas estas formas asumidas por el control ideológico-político
predisponen al historiador a la no captación y al trastocamiento de la realidad
histórica. De modo que puede decirse que el presente oscurece al pasado.
Finalmente cabe observar una suerte de alteración psicológica, que actúa
como precondicionamiento de segundo orden en el historiador. Se expresa en
cuadros patológicos de neurosis latente, comportamientos irregulares y en una
propensión incontenible hacia la creación de ídolos intelectuales. La figura
del ídolo juega a dos niveles: se desea para sí o se vive en función de él. El
ídolo es revestido de todos los prejuicios de que es capaz la sociedad y por
ello se torna en un elemento incapaz de toda reflexión objetiva y se convierte
en algo sumamente frustrante.
IV)
Ser social, historiadores e historias.
En sociedades como
la peruana, semifeudales y semicapitalistas, sujetas a un orden de dependencia
neocolonial y que a la vez padecen los efectos desestabilizadores de una
acelerada desintegración social y las incertidumbres propias de su transición a
una fase superior, es factible, desde la perspectiva de su ser socio-ideológico
el reconocimiento de cuatro tipos de historiadores: Señores, clientes,
empresarios y revolucionarios.
a)
HISTORIADORES SEÑORES.
Son producto de sociedades
semifeudales donde un “señor” puede todavía realizarse como tal, manteniendo la
preponderancia de su estamentalidad aristocrática y los correspondientes
privilegios de status y de su rol.
La vida de un historiador señorial está revestida de un fuerte simbolismo
pragmático que se traduce en la búsqueda y mantenimiento del prestigio que
honra y en la constante necesidad de impresionar para mantener en esta la fama
en torno a la veracidad de su pensar. Lo que escribe y cómo lo escribe forma parte de un mecanismo defensivo
de su clase y de sí mismo, destinado a poner en evidencia la calidad natural
del mando ejercido. Y en consecuencia, el señor impone a su sociedad argumentos
con los que bajo una aparente imparcial defensa de todo lo nacional, busca
confirmar la institucionalidad de la ideología y del poder político de la
aristocracia que conforma. Siguiendo tal dirección, acumula una información
histórica abundante subrayando la vultuosidad de las relaciones sociales
establecidas en el pasado y cuya conservación evoca intentando contrarrestar
los cambios del presente. Le ayuda en este esfuerzo el presentar los hechos de los “grandes
personajes” de la historia como lecciones dignas de seguir y como argumentos
validatorios de una ética que no debe de morir. Para más convencimiento, con
habilidad “ilustra” sus descripciones con reflexiones teóricos sociales en las
que hace uso de conceptos sustantivos usados por la moderna filosofía de la
historia.
Así se constituye la “eminencia intelectual”, y a su alrededor aparece
una clientela de admiradores-seguidores sobre quienes ejerce autoridad cuasi
doméstica. Este clan intelectual está destinado a sobrevivir a su jefe y a
recordar su vida, su obra y su “escuela”. Sin embargo, poco es lo que puede
conseguir pues lo limita, de un lado, el avance incontenible de la historia
devenir, y del otro una teoría del conocimiento subjetiva e idealista puesta en
práctica por el maestro.
A largo plazo la obra del historiador-señor, aunque prolífica, aparece
discontinua y diletante. La intención del “efecto a causar”, le resta
profundidad interpretativa. Predomina en él la conservación de lo conocido
apoyándose tanto en lo que “ya se dijo”
como en la vivencia sentida de un pasado actualizado, y asimismo, en la
repetición de textos y conceptos tradicionales, todo lo cual se presenta con
cierto orden y como verdad evidente en sí.
La tendencia histórico-señorial presenta dos matices: la erudita, donde
predomina el juego con el dato, y la academicista, donde lo que resalta es la
especulación conceptual. Los temas que en ambas versiones reciben mayor
atención son los de la historia política y administrativa y también los
psico-sociales, pero ofrecidos sin conexión con los ordenamientos económicos y
socio-ideológicos a los cuales se hallan vinculados.
El impacto de este tipo de historia se da a varios niveles: A los historiadores
en ciernes los limita, al proponerles como meta obras de muy difícil
realización para quienes no se encuentran apoyados sobre condiciones de
privilegio parecidas a las del señor. También a la búsqueda meticulosa del
“dato por el dato”, lo que termina en el mejor de los casos en la transcripción
literal de documentos con una introducción y análisis hermenéuticos muy
incipientes. En lo creativo, reduce la temática. En lo personal, el mito en
torno a la figura del maestro tanto como la protección o la influencia directa
de éste, marca excesivamente al discípulo.
Solamente nos resta preguntar, ¿Qué significó la historia social para
los historiadores señores?
Para ellos no
existió como unidad con identidad definida. Lo social emergió por capítulos o
en notas aisladas de las historias generales. No obstante, algunos autores
intentaron presentar esbozos de historia social, pero sus deseos resultaron de
corto alcance, descriptivos y destacando las costumbres de la aristocracia
dominante, mientras que el comportamiento de los sectores populares fue
considerado con tono pintoresco y hasta rayano en la atrofia. Por cierto, el
conflicto social no pudo ser abordado objetivamente pues la tendencia fue
desdeñarlo como hecho histórico o atribuirle un carácter ¿lombrosiano? Y
delincuencial.
Al concluir, comprobamos que los historiadores aristocráticos o
elaboraron una ciencia histórico-social integral que diera cuenta de la
racionalidad dialéctica que existe en l realidad social. Lo positivo en ellos
se redujo al hecho de intuir el comienzo del fin del tiempo histórico del que
ellos eran hijos y a aperturar a partir de esta constatación el debate
alrededor del problema de la unidad nacional. Dada su posición radicalmente
aristocrático y pasadista, sin embargo, pudiera evitar el caer en
interpretaciones inhistóricas.
José de la
Riva Agüero (Marqués de Montealegre de Aleustia), Javier Prado Ugarteche, José
Agustín de la Puente, entre otros historiadores, pueden ser entendidos como
representantes de la historiografía señorial.
b) HISTORIADORES CLIENTES:
Nacen a la sombra de los anteriores. Estos historiadores no provienen de
las filas de la alta aristocracia pero participan de la mentalidad semifeudal.
Por lo común son personajes allegados a las familias de la aristocracia
provinciana.
Aceptan el poder institucionalizado de los señores de la historia con
actitud gregario-servil; buscan ser conocidos como sus seguidores o miembros de
su círculo académico. Su ideal sería reproducir la vida de sus “ídolos
maestros”, pero alcanzan su nivel y acaban en un remedo. Carentes de su
respaldo social se muestran casi indiferentes respecto al problema de la identidad
nacional que la desintegración transición vuelve relevante.
El objetivo de este tipo de historiador es conquistar un prestigio
social por el camino del reconocimiento intelectual. Esto se logra, a veces
heroícamente, en la dependencia académica-burocrática, con matices de
yanaconaje. Donde lo que se espera no son rasgos de suficiencia profesional,
sino cualidades de eficiente servidor. El ascenso socioeconómico y alguna
participación en el poder del señor vienen posteriormente como beneficio
compensatorio.
Las obras despliegan los temas, los planteamientos teóricos y los
métodos de trabajo de sus antecesores. Pretendiendo ser eruditos y/o académicos
los historiadores clientes trabajan con ahínco fuentes de primera mano, índices
bibliográficos, etc. Son fuentistas, tienen poca capacidad de abstracción
teórica y sus categorías no son abundantes pero en compensación, aportan gran
cantidad de datos y apoyos documentales completos.
En todo caso, lo mencionado líneas arriba es que los historiadores de
este grupo entienden por ciencia pura y racional, la razón estriba en que para
ellos, el descubrimiento y la acumulación de datos se erigen en símbolo de
poder que los acerca idealmente al de los señores. El conocimiento fuentista se
vuelve un feudo intelectual celosamente custodiado. Apoyando su “ciencia” en
él, son tajantes al desconocer los aportes del pensamiento histórico-mundial.
Los temas preferidos de estos historiadores han sido los biográficos,
políticos y lo institucional-administrativo. El estudio de los temas económicos
fue tratado sólo tangencialmente y la ideología en la historia les es una
realidad completamente ignorada. La dependencia en que se encontraban respecto
a los señores no les permitió entenderla ni percibir su influencia. No contribuyeron
por tanto ni a la conservación de la ideología tradicional ni a la formación de
una nueva.
Y la historia social, ¿Qué fue para estos historiadores? Tampoco en este
caso alcanzó el de una disciplina autónoma, no obstante que la preocupación por
los asuntos sociales es en ellos más evidente y próxima. Aparecen descripciones
de las costumbres de sectores medios y populares de la sociedad con mayor
amplitud y estudiados con mayor simpatía. Los conflictos están abundantemente
representados, pero abusándose del relato dramático y casi quijotesco y sin
intentar ver las manifestaciones concomitantes en los hechos estudiados.
Estos historiadores desconocen las relaciones estructurales dadas y
presentan variedad de temas que si bien integran la historia social, son por su
aislamiento, de poca trascendencia.
Para terminar subrayaremos que los trabajos de los historiadores
clientes han significado un avance de la historiografía a dos niveles: En lo heurístico por el
hallazgo y ordenamiento de numerosas fuentes y en lo hermenéutico al profundizar
los análisis e interpretaciones de los documentos hacia horizontes nuevos que
constituyen los primeros tanteos de una historia ciencia.
Representan bien a este tipo de historiadores aquellos que se encuentran
agrupados en el Instituto Riva Agüero.
c) HISTORIADORES –EMPRESARIOS.
Mayormente integrantes de la mediana burguesía y actúan bajo los
condicionamientos del capitalismo dependiente (Burocrático), que estimula su
existencia en sus vinculaciones con las naciones representativas del
capitalismo imperialista.
El individualismo, la idea de liderazgo, el espíritu de ganancia y el
prurito de ser partícipes de una “inteligencia” desclasada. Todos estos elementos
propios de una ideología del gran capital. Los moldea y los
conducen a organizar la creación histórica siguiendo los patrones constituidos
de la empresa privada. Sujetos a su dirección y obedeciendo los planes y
proyectos que sólo él conoce se organiza un grupo de trabajo subordinado y
asalariado, a cuyos miembros se les asigna tareas específicas que por ser sólo
partes del todo se constituyen en partes ininteligibles para ellos. Estos
historiadores saben estimular la competitividad de sus trabajadores
dispensándoles por separado un trato muy personal para alabar su ego, y
cultivando en cada uno de ellos la esperanza de un futuro intelectual promisor.
De ser necesario no vacilan en vincularlos a su persona mediante relaciones
vasallásticas que ellos saben dispensar asumiendo poses paternalistas e
infundiéndoles la idea de ser partícipes en el descubrimiento de una gran
verdad que nunca les precisan.
Como el nexo que los une a sus “discípulos” tiene por finalidad la
expropiación del trabajo de éstos, la posibilidad de que los miembros de su
equipo se conviertan en trabajadores independientes deviene en algo muy
improbable. Por lo común el castramiento de la vocación y un consiguiente
desgano vital para todo lo que sea investigación histórica, con el tiempo
termina por embargar la conducta de los jóvenes discípulos. Se vuelven
incapaces de desarrollar capacidades propias y por añadidura mecánicamente
cansino y de comprensión bastante oscura los frustra y los aleja de la labor
histórica. Algunos, -los más obsecuentes o los más capaces- sin embargo
continúan, adscribiéndose como peones permanentes en la empresa del historiador
empresario.
Los intelectuales de la
historia de este género. Conscientes de la modernidad de su rol
histórico-ideológico y directos beneficiarios de los fondos de las fundaciones
académicas imperialistas, asumen el papel de “oficiales de enlace”, difundiendo
en el país, a través de sus obras, las teorías socio-históricas vigentes en
Europa occidental y en los Estados Unidos de Norteamérica.
El Estructuralismo, el Funcionalismo y una suerte de Neofenomología y
Neopositivismo son presentados como las expresiones teóricas veraces, puras y
apolíticas de las ciencias sociales. Con ello se busca sólo desechar los
arcaicos roles de la historia tradicional, sino también se pretende invalidar
el marxismo y cuestionar la certidumbre científica de su lógica dialéctica y
materialista y su concepción de la historia.
Enemigos declarados de las visiones tradicionales de la historia por
pasadistas, lo son asimismo del marxismo por representar éste la clarinada de
un mundo venidero de igualdad plena y con ausencia total de relaciones de
explotación.
Esta posición los lleva a rechazar sin más explicación el uso de la
concepción marxista y a utilizar una terminología sintética que aunque muy
parecida en su formas, responde sin
embargo a connotaciones enteramente diferentes. No pocas veces prefieren rehuir
toda engorrosa utilización de categorías, para dar paso a descripciones vacías
de conceptos ordenadores de la integralidad del hecho económico y
socio-ideológico de la historia. En este último caso prefieren el empleo de una
fraseología propia de los informes que acostumbran ofrecer economistas,
sociólogos y antropólogos sociales sobre la realidad actual. En el contexto descrito, ¿Qué ha sido y que es para ellos la realidad
social?
No cabe duda que
la observan como una disciplina interesante en la medida que les permite
historiar los secretos del dominio de clase en las esferas de los ordenamientos
social y mental. De ella extraen las advertencias para depurar los alcances de
su dirigencia intelectual y hacer más convincente su defensa del statu quo en
dependencia. La historia social los alecciona asimismo sobre los mecanismos de
defensa que históricamente ha asumido el pueblo y las formas electivas de
controlarlos desde arriba.
Es posible calificar la posición de estos historiadores como ahistórica,
porque conociendo la proyección correcta del acaecer histórico, por sus intereses
personales y sus compromisos con el capitalismo dependiente y proimperialista,
prefieren desconocerlo y propiciar en su lugar procesos de falso cambio.
En otros casos, representan en la actualidad a esta categoría de
historiadores aquellos que vienen conduciendo las actividades del Instituto de
Estudios Peruanos o las del Instituto de Apoyo Agrario.
d)
HISTORIADORES REVOLUCIONARIOS.
Comprometidos con el cambio de la sociedad peruana siguen de cerca el
progreso del proceso revolucionario y ajustan su quehacer científico a las
exigencias graduales de aquel. Logran la sincronía poniendo en práctica el
principio que postula la existencia de una relación dialéctica entre la teoría
y la práctica. En su paso, ello significa que la obra contribuye a constituir
una conciencia histórica operativa que reafirme la conciencia de clase
revolucionaria cuando esta ya exista o contribuya a su configuración en el caso
de no haberse conformado aún.
La conciencia histórica la
logran reconstituyendo en sus detalles el curso dialéctico seguido por la
sociedad en cada uno de sus tiempos históricos y desde el momento en que
hicieron su aparición la lucha de clases y las consiguientes relaciones de
explotación económica y de alienación ideológica. Tal esfuerzo significa el
percibir el hecho histórico como una totalidad cambiante e integral, en donde
los fenómenos económico, social y político ideológicos vienen manteniendo una
vital vinculación a partir del carácter de las relaciones de producción y de la
existencia social de los hombres agrupados en clases contradictorias y
antagónicas según sean las condiciones de su participación en el proceso de
producción y distribución de riqueza. Sin descuidar, por cierto, que en lo
inmediato, muchos de los actos de la marcha de la historia pueden ser
explicados por la intervención de la institucionalidad ideológica, una vez que
ésta ha quedado determinada por una correspondiente estructura económico
social.
Para estos historiadores la conciencia histórica es sinónimo de una
razón lo suficientemente vigilante como para advertir los entretelones del
curso que ha venido siguiendo el dominio hasta nuestros días y en contrapartida
reconocer la estele de rebeldía que ha ido dejando el pueblo sujeto hasta el
momento de adquirir una conciencia social autónoma, en sí y para sí, que lo
coloque en condiciones de conducir con propiedad su lucha libertadora.
Los principios y los conceptos del materialismo histórico y dialéctico y
sus aportes teóricos. Por ello, en su creación historiográfica y en el análisis
crítico de la obra de otros intelectuales de la historia, tienen muy presente
las leyes fundamentales del marxismo de la unidad y lucha de contrarios, la
acumulación y ulterior transformación de cantidad en calidad y
la negación de la negación o del ley del desarrollo histórico. Saben además
distinguir las connotaciones marxistas de las que el estructural funcionalista
dan a ciertos términos de uso común que
resultan claves para la interpretación de la realidad, verbigracia, clase
social, relación social, conflicto social, conciencia social, estructura,
cambio de estructura etc. Por último, jamás llegan a confundir el contenido de
los conceptos “modo de producción” y “sistema social”, por ser diametralmente
opuestos.
Una ética dirige su conducta académica. Ella resulta de un lado, de
asumir una posición crítica frente a las morales de Santo Tomás, Spinoza y
Kant, y del otro, de ajustar su conducta al proceso de la revolución.
Siguiéndola, convierten su labor intelectual en una vía de desalienación,
acostumbrando al educando a ponerse en contacto directo con los hechos
históricos a través del conocimiento de sus testimonios y a asumir la lectura
crítica de las obras historiográficas.
Infunden, estos
historiadores, el hábito de trabajo permanente, de la labor colectiva lejos de
todo simbolismo señorial servil y de fetichismo mercantil, y en todo momento
subrayan que ciencia histórica y vida política son dos realidades compatibles
en tanto que el acaecer, la historia conocimiento y el desarrollo venidero de
la sociedad constituye una unidad articulada y dialécticamente fluida.
En nuestro medio, los historiadores revolucionarios son integrantes de
familias campesinas, obreras y pequeño burguesas, y constituyen un grupo
intelectual bastante joven y aún muy escaso. No hay que confundirlos con los
intelectuales de la mediana burguesía que encubiertos en el genérico nombre de
izquierdistas vienen usurpando el título de historiadores marxistas o pretenden
que se les reconozca como tales, tampoco pueden ser identificados como aquellos
intelectuales que siendo de extracción popular
y aprovechando de una coyuntura que les fue propicia, asumiendo desde
fines de los años sesenta el marxismo como una vía de arribismo social y como
dispensa para una vida de ignorancia y ociosidad burocrática, salvo contadas
excepciones.
Preguntamos por último,
¿Qué ha sido y que es la historia social
para los historiadores de este rubro?.
Comprenden que es la disciplina histórica que trata del conocimiento
científico del devenir de las relaciones sociales observadas en el marco
complejo de la totalidad económica y socio-ideológica del movimiento social
(mecanismo de cohesión para el dominio y acciones protestatarias de los
dominados) que la lucha de clases va produciendo.
Lima, octubre de 1988
Carlos Lazo García
Historiador - UNMSM
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