viernes, 24 de febrero de 2017

ASÍ SE TEMPLÓ EL PERÚ











Por: Toño Angulo Daneri
                             Don Jorge Basadre se propuso hacerlo alguna vez. Pero ya la edad ni la salud le eran propicias. Solamente la tenacidad de Pablo Macera, otro historiador con letras mayúsculas, fue capaz de retomar la tarea. Por fin, entonces, aparece un primer intento de contar la historia del Perú desde los documentos del Congreso de la República. Casi 500 mil expedientes guardados desde 1821 se han sacudido del polvo y han sido editados en cuatro tomos que son la antesala de un trabajo que, tarde o temprano, tendrá que completarse. Por ahora Macera se ha concentrado en los informes de las comisiones parlamentarias del siglo XIX. Él mismo confiesa que más interesante hubiese sido hurgar en los debates. P ero para abordar la ideología, que es el trasfondo de los debates y los discursos, había que hacer necesariamente una lectura de la labor de las comisiones, que es más razonada y exigente. Además, hacer un análisis de los debates implicaría, también estudiar las condiciones sociales, económicas y políticas de los legisladores que participaron en cada parlamento. Eso queda pendiente.
--Me llama la atención que, en términos geográficos, el Perú del siglo XIX aparece como un país escindido en pugnas regionales. Todos los pueblos querían ser departamentos...
                              Cabe una interpretación como la que usted hace, pesimista. Pero yo digo que el conflicto no debe asustarnos. Es parte de la historia de las sociedades, y hasta es saludable que haya pugna porque significa que existe conciencia de los intereses y de las motivaciones regionales.
--¿No tiene que ver con que en el siglo XX perdimos parte del territorio que tenía el Perú, que era mucho más grande?
                              Si observa bien, perdimos territorio precisamente ahí donde no existían conflictos regionales. Porque donde hay pugna, también hay una población dispuesta a defender sus intereses. Esto no ocurría, por ejemplo, en el Acre -entre Brasil y Bolivia- ni en Tarapacá, donde la población era mayoritariamente chilena, incluso desde mucho antes de la guerra con Chile. Y fue ahí donde perdimos.
--¿Es cierto que la instauración del Parlamento, luego de la Independencia, no cambió la estructura económica colonial?
                              El cambio político fue incompleto. Los independistas no pudieron hacer que la transformación política fuese económica y social. Es más, había estructuras de poder tan enraizadas que no cambiaron hasta la Reforma Agraria de Velasco, y hay otras que ni siquiera hoy han cambiado.
--¿Quienes llegaban al Congreso en el siglo pasado?
                               En su mayor parte, profesionales de clase medias, una participación minoritaria de las clases altas, y una presencia muy mínima de indios y mestizos. Luego de la crisis del civilismo, se retraen las clases altas y el Congreso empieza a reproducir el cacicazgo, es decir, se convierte en una extensión del gamonalismo provinciano.
--¿Los grupos de poder tenían al Parlamento como un medio para mantener su dominio?
                               No en los primeros parlamentos, ni en todos, tampoco. El Congreso liberal del 56, por ejemplo, no fue de ese tipo. Eran criollos, es cierto, pero trataron de legislar a favor de las clases populares e incluso en contra sus propios intereses de clase.
--Nuestro Congreso actual puede ser ideológicamente pobre, pero socialmente muy diverso. Ha dejado de ser blanquito y limitado a grandes apellidos, para albergar al cholo típico peruano ¿Comparte esta idea?
                               Si, pero no es un proceso reciente. Es una tendencia que viene desde antes, con el Parlamento de Frente Democrático de 1945, y que luego se ha ido acentuando hasta la configuración que vemos ahora.

Publicado en La República
Revista Domingo N° 29
Fecha: 13 de diciembre de 1998

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